Monica los guió hacia una especie de cabaña / hangar en la que habpian cerca de quince guardias esperando con enormes rifles de caza, lo que hizo que Alexandra se estremeciera ligeramente, a demás del frío por supuesto, aunque estaba abrigada, sentía su nariz completamente congelada en el viaje de cinco minutos del avión a la cabaña.
La mujer señaló una mesa, dispuesta con un par de tazas de chocolate caliente y bizcochos, lo que ambos agradecieron, Viktor tomó la silla de ruedas y la ubicó junto a él mientras miraba a Monica, la mujer parecía amable pero agitada mientras se sentaba frente a ellos.
— Es un placer tenerlos con nosotros — aseguró ella de nuevo, señalando las tazas de chocolate, Alexandra aceptó la oferta sin pensarlo demasiado, Monica tomó otra taza para ella — Seguro se estarán preguntado por los guardias