94. La peor persona del mundo
Renata
Despierto, con el amargo sabor metálico de la sangre en la boca y mi cuerpo gritando porque acaba de experimentar un nivel de dolor no conocido. Fueron muchos hombres los que entraron por esa puerta, muchos cuerpos sobre mí, muchas manos y bocas recorriendo y lastimando mi piel.
Mis gritos parecían disfrutarlos, mis súplicas los incitaban a seguir, pero llegó un punto en que ya no grité más, ya no luché por lo que era inútil, solo estaba consiguiendo lacerarme la piel de las muñecas y tobillos con las sogas que me mantenían inmovilizada, expuesta e indefensa para ellos.
Algunos comenzaron arañar mi piel, morderme, presionarme con fuerza, para lograr conseguir de mí un gemido de dolor o por lo menos un grito que les recordara que estaban con una mujer viva, no con un cadáver. Tengo los labios heridos de tanto morderlos en mi intento de no dejar escapar ni un sonido, me dejaron tendida en la cama con la bata abierta, mi cuerpo desnudo al descubierto, en mi piel pálida es imposi