Capítulo 2

Conforme me acerco el lugar se va llenado de gente, tanto propios como extraños que en vez de interceder para impedir la pelea, esperan a ver que sucede.

Me detengo al no encontrar un camino despejado hacia los hombres que parecen desearse la muerte con la mirada y de tener tan solo una provocación, están dispuestos a arrancarse la piel de ser necesario.

Por como visten, supongo que no son más que empleados de la casa Carusso, pero no se necesita más que una pelea como esta para desatar el infierno en Verona.

—¿Qué esperas, pezzo di merda?—escupe un Carusso. El nieto de Greta esta a punto de darle un puñetazo en la cara, pero el otro chico que lo acompaña y lo detiene.

—Pagherai per questo—el hijo del jardinero se mira la camisa, la cual tiene exactamente una mancha de gelato amarillo, quizas de mango.

—Como si ese pedazo de tela vieja fuese a valer algo—se burla el Carusso.

Encorvo el ceño recordando las palabras de Vittoria, realmente pelean por cosas tan triviales como una mancha de gelato, aunque de igual forma no se sabe si habra tenido o no las intenciones de ensuciarlo solo para provocarlo.

Aunque lo que verdaderamente me sorprende es que la gente no diga ni haga nada para detenerlos aunque en las calles hay bastantes turistas, sin embargo, no es extraño que los italianos discutan de esa forma en las calles.

Hago un inteto de acercarme nuevamente, pero al ver la escena distingo que uno de los capuletti ha sacado una navaja, la gente al ver aquel arma punzocortante se aleja hacia atras para darles espacio, por lo que logran empujarme alejandome de los chicos que intento proteger, no deberian enfrentarse a los Carusso sobretodo si estan armados.

—¿Qué sucede aquí?—escucho una voz autoritaria, entonces en medio de la multitud aparece un hombre de aspecto pulcro y elegante, incluso lleva puesto un traje oscuro.

Los jóvenes Carusso guardan las navajas cuando el tipo se aproxima, parecen conocerlo, aunque dudo que sea uno de los suyos ya que los mira con desaprobación.

—No ocurre nada señor Francesco—le dice uno de ellos dando pequeños pasos hacia atras como si quisiera huir de ahi.

—¿Nada?—cuestiona el hombre en forma de sarcasmo—tienen todo un publico aqui y encima en fin de semana cuando hay cientos de turistas visitando la ciudad y ustedes armando un tumulto.

—No fue nuestra intencion—dice y señala a mis chicos—esos tipos se tropezaron con nosotros y encima tiraron nuestro gelato y ahora nos culpan por su torpeza.

—No me interesa quienes comenzaron todo esto—grita fuerte y alto, lo que ocasiona que la gente comience a dispersarse—váyanse o la próxima vez los obligare hacer trabajo comunitario y sus señores no podrán hacer nada esta vez.

«¿Esta vez?» medito la queja del hombre, parece ser que no es la primera vez que esto ocurre, aunque me parece bastante inusual, se supone que el centro de Verona, los lugares más concurridos por los turistas son un punto neutral en donde las disputas de ambas familias no pueden ni deben ocurrir.

En un parpadeo los chicos desaparecen y el disturbio finalmente termina, así que me vuelvo hacia atrás con la intención de volver junto con Vittoria, pero alguien me sujeta del hombro.

—¿Qué haces aquí?—me reclama una voz masculina muy familiar.

—¿Alessandro?—cuestiono mirandolo de arriba abajo.

Mi recuerdos vuelven, de aquella etapa en el colegio y es que cuando salia con Vittoria nunca podia faltar Alessandro, nuestro compiche de travesuras, pero por lo que logro ver sus dias de malas acciones han terminado puesto que lleva puesto una sotana de seminarista.

—El mismo que viste y calza—expresa esbozando una sonrisa—no deberías pasear tu sola por aquí.

—No estoy sola, vengo con Vittoria—digo señalando la fuente, aunque al mirar de reojo me percato que la figura de mi prima ha desaparecido.

—¿Ah si? ¿Y en dónde esta?—estira el cuello para intentar encontrarla.

—Seguro fue al baño—le explico, aunque no se donde diablos se metió. Alessandro deja escapar un suspiro y niega con la cabeza, me empuja levemente por la espalda para indicarme que lo siga y así, ambos caminamos hasta la fuente donde Vittoria estaba sentada y parece que mi gelato se derramo.

—¿Porque no debería pasear sola?—le interrogo.

—Verona ya no es la ciudad tranquila que conocías, Romy—expresa con una seriedad que me impresiona.

Alessandro nunca fue serio cuando debia serlo, él era quien solia sacarnos una sonrisa tanto a Vittoria como a mi, escucharlo hablar de esa forma me desconcierta al igual que su apariencia, si bien era bastante atractivo cuando eramos amigos y tenia algunas chicas detras de sus huesitos, ahora que tiene una sotana me siento extraña, como si estuviera hablando con mi propio padre.

No puedo creer que precisamente él eligiera la castidad y el evangelio en vez de continuar con la vida que ya tenia, aunque supongo que no he estado el tiempo suficiente en Verona para saber que fue lo que paso para que eligiera el camino de la iglesia.

—No debes ser descuidada—expresa, levanta la mano y entonces acomoda un mechon de mi cabello castaño el cual de alguna forma se escapo de la media coleta la cual sujeto con una liga y un moño rosa.

—No me trates como a una niña—me quejo y me cruzo de brazos, tal vez su ropa me desconcertó más de lo que aparento, me siento enojada más no sé si se deba a esa insistencia suya de no estar sola en las calles de verona o el que no me hubiese escrito para comentarme su desicion de ser seminarista.

—No lo hago, como habrás visto allá atrás. Las cosas entre los Carusso y los Montteci no andan muy bien.

—¿Se ha roto el acuerdo?—me atrevo a preguntar, porque de otra forma como podian atacarse unos a otros.

—Lo único que sé, es que hay disturbios a donde sean que ellos se encuentren, asi que debes tener cuidado y no inmiscuirte en peleas como intentaste hacer allá—expresa y aunque es un regañó, no lo siento asi.

—¡Vaya, vaya, vaya!—escucho la voz de mi prima detras nuestro, ambos nos volvemos hacia el lugar donde proviene aquella voz—pero si es el padrecito Alessandro. ¿Como le va eminescia?

—Ya te dije que no me llames asi, es una falta de respeto—se queja Alessandro aunque lo hace siguiendole el juego.

Por lo que puedo ver, Vittoria ya sabia que era seminarista y quizas ya se han visto varias veces para que ella comience a burlarse de él, eso me hace sentir un tanto incomoda, como si no encajara en el grupo.

—Disculpeme, padre, no quise ser grosera. ¿Podria decirme cuantas ave maria debo decir para expiar mi culpa?—continua Vittoria, pero parece que Alessandro ya no esta dispuesta a soportarla asi que niega con la cabeza.

—Debo irme—dice confirmando mis sospechas—solo vine a dejar un encargo al parroco del Santuario di Lourdes, aun tengo algunas clases que cursar, pero me alegro verte. Te visitare en cuanto pueda.

—Claro, asi podremos hablar del porque decidiste ser seminarista—me quejo mirandolo de arriba abajo.

—¿Tú también?—replica, por lo que supongo que no fui la unica en quejarse, tal vez Vittoria lo hizo— hablaremos luego. ¿De acuerdo?

Asiento con la cabeza cuando él se aleja corriendo, parece que se le hace bastante tarde, asi que lo despido sacudiendo la mano en el aire.

—¿Nos vamos?—propone Vittoria. Asiento y ella me toma de la mano, pero al caminar no nos vamos al sitio donde aparcamos el auto, sino que continuamos por la avenida hasta que llegamos a una tienda de disfraces.

—¿Qué hacemos aquí?—cuestiono un tanto confundida.

—Te dije que mañana habrá una fiesta de disfraces, hay que llevar mascaras y todo—menciona al abrir la puerta de la tienda.

Hay bastante ropa de todo tipo, monstruos, princesas y caballeros en su reluciente armadura, aunque con un caballo de madera.

—Vittoria—murmuro al darme cuenta que el lugar esta medio vacio, hablar aqui sobre esa fiesta puede no ser lo adecuado— esa fiesta sera del otro lado de la ciudad. ¿Seguro quieres asistir?

—¿Qué no oíste lo que te dije en la plaza?—impugna ella.

—Si, conoces a un Carusso, pero eso no quiere decir que no estemos en riesgo si vamos a esa fiesta—digo con la intención de hacer un segundo intento de persuadirla.

—Te equivocas, no es un Carusso cualquiera. Su nombre es Julius y es el hijo mayor de la familia Carusso—revela de repente.

Siento que sus palabras bajan mi presión arterial por lo que me veo en la necesidad de sentarme en un sofa en la pequeña salita de espera que esta predispuesta para los que esperan a un acompañante.

—¿Qué has dicho, Vittoria? ¿Con que tipo de personas te has estado involucrando?

—Lo ves, de querer hacerme daño ya lo habria hecho, despues de todo él si es un Carusso y no como los tontos sirvientes que quieren quedar bien con la familia—impugna como si eso fuese a tranquilizarme— él sera el anfitrion de la fiesta, pero como le dije que no podriamos asistir porque nos reconocerian entonces cambio la tematica para que pudieramos usar antifaces, de ese modo nadie nos reconocera y asi seamos Carusso o Montteci, nadie lo sabra.

—Espera. ¿Dijiste, podríamos?—cuestione algo intranquila—¿Le dijiste que llevarías un acompañante?

—De hecho...—dice soltando una risita nerviosa—le hable sobre ti.

—Como quisiera poner mis manos sobre tu cuello, pero si lo hago todos pensaran que fue un Carusso y eso solo provocaria problemas—le expreso enfadada— ¿Cómo pudiste hablarle de mi?

—Lo siento, tal vez no fue lo correcto, pero él empezó hablar de su hermano y como yo no tengo ninguna hermana, te quise presumir un...poquito— junta sus dedos demostrando físicamente cuanto fue, segun ella, lo que hablo de mi.

—¡Ay Vittoria, no sé que voy hacer contigo!—me cubro el rostro con las manos para después arrastrarlos por mi rostro hasta que estas ceden hacia abajo.

—Julius es bastante calido y agradable—vuelve a repetir.

—Si ya lo mencionaste antes—me quejo mientras paso mi mano por los disfraces que cuelgan de un tubo, nada parece ser de mi agrado.

—No es como su padre, terco y obstinado. ¿Te lo imaginas, Romy?—dice con emocion—cuando se jubile su padre él se hara cargo del negocio familiar y si tu haces lo mismo quizas podrian llegar a un acuerdo para terminar con esta pela sin sentido.

—Es posible—musito, aunque no muy convencida de las suposiciones de Vittoria— pero ¿Cómo sabes que me haré cargo del negocio de mi padre? ¿Cómo sabes que Julius te habla con la verdad y no te esta manipulando?

—Es por eso que vamos a ir a la fiesta—expone deteniendose en un maniqui que tiene puesto un vestido de epoca de color verde y con mangas esponjadas, es bastante bonito.

—¿De que hablas?—digo, aunque la verdad despues de todo lo que he escuchado, preferiria no escucharla mas.

—Julius en verdad quiere cambiar la situacion de nuestras familias, él dijo que queria hablar contigo de esto. Llegar a un acuerdo.

Me quedo en silencio, medito mi respuesta, no sé que le habra dicho ese tal Julius a Vittoria, pero ella parece tenerle bastante fe. Hay muchas cosas a considerar en primer lugar, esta el hecho de que todas las promesas de ese sujeto no sean más que mentiras, para burlarse de las ingenuas Montteci o mucho peor, quizas secuestrarnos y desaparecernos para sobornar a mi padre para lograr una rendicion definitiva.

Eso ha sucedido con anterioridad, por supuesto, es algo de lo que ni mi padre ni la madre de Vittoria gustan de hablar, pero ellos tenian un hermano mayor que precisamente buscaba la paz entre ambas familias, pero lo que obtuvo fue la muerte.

Vittoria suele confiar demasiado en la gente y temo por ella, temo que sepa que confío en la persona equivocada.

—¿Qué tipo de acuerdo?—me limito a decir mientras observo los disfraces, encuentro una seccion de vestidos al estilo medieval. Veo entre ellos un vestido rosado muy bonito, me parece que la persona que lo realizo se tomo el tiempo de hacerlo lucir realista, pero al mismo tiempo extravagante. Lo saco de la fila para mirarlo con mayor detalle.

—Eso no lo menciono—explica mientras se acerca a mi, mira la tela del vestido y luego los detalles—este me gusta, pruebatelo. Veamos como te queda.

La situacion no me gusta del todo, puesto que parece que cosas extrañas estan ocurriendo, sin embargo, otra parte de mi quiere ir e intentar comprender lo que esta pasando, verlo con mis propios ojos en vez de encerrarme en la seguridad de los muros de la casa, donde mi padre jamás ha permitido que lleguen los problemas a mi.

Respiro profundamente y asiento decidida.

—Supongo que podemos intentar comunicarnos, pero no te prometo que vaya aceptar su propuesta, Vittoria—digo finalmente, pero ella se conforma con mi respuesta y sonríe emocionada.

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