Capítulo 4

—Claro—dice mi padre, pero noto en su tono de voz un poco de nerviosismo—solo no te demores ni te quedes por ahi paseando en las calles, he escuchado que ha aumentado los incidentes con carteristas.

—Asi lo hare, papá —digo para no preocuparlo. Me termino el pan y el cafe que me servi para finalmente me levantarme de mi sitio.

—¿Ya te vas?—pregunta la nonna, por como me mira supongo que le preocupa que ande sola por las calles. No me expondria a salir si ellos fueran sinceros conmigo, pero ya que gustan de guardar secretos en esta casa, prefiero ir a averiguar por mi misma que sucede.

—Si, no tardare solo ire por el encargo de Vittoria y vuelvo, tengo que prepararme para salir en la noche—admito, aunque un segundo más tarde me arrepiento de revelarselo ahora mismo.

—¡Santa Madonna!—pronuncia la nonna angustiada, ahora ya sin poder ocultar su sentir. Encorvo el ceño y trato fingir una expresión desconcertada.

—¿Hay algun problema en que salga de noche?—trago saliva, nunca antes mi padre me prohibio salir, aunque la verdad es que no gustaba mucho de salir a menos que todos mis amigos me acompañaran. Solo espero que no sea la primera vez.

—¿Iras tu sola?—cuestiona mi padre, esta vez su voz suena seria y un tanto preocupada, pero ignoro el hecho de que están preocupados, quiero ver hasta que circunstancias me ocultaran lo que sucede.

—No, iré con Vittoria—admito, supongo que una buena mentira debe estar acompañada de verdad y ya que ellos no son sinceros conmigo ¿Porque lo seria yo de ellos?—sera una fiesta de disfraces.

—¿Por donde es?—comienza el interrogatorio.

—No lo sé, Vittoria no me dijo donde seria, pero supongo que debe ser de alguno de sus amigos—expreso y ya que se supone que ninguna de las dos tiene amigos del otro lado de la ciudad mi padre finalmente suspira.

—Bueno, ya que es de los amigos de Vittoria no tengo inconveniente en que vayan—expresa, aunque parece que no esta del todo convencido y la verdad es que yo tampoco, pero si mi propia familia no quiere decirme nada, yo debo buscar mis propios medios—llévense a Alonzo para que espere por ustedes, así no tendrán que manejar si beben.

—Le comentare a Vittoria, pero dudo que quiera que nos lleve tu chofer—expongo para no levantar sospechas, él conoce perfectamente a Vittoria y lo necia que es.

—Si viene por ti, dile que pase a verme y le hare cambiar de opinion—dice como una amenaza que no dudo que pueda cumplir, pero ya que él ni nadie más de la casa debe saber la ubicacion de esa dichosa fiesta, supongo que tendremos que escabullirnos antes de que mi padre se entere.

—Claro, le dire—miento, entonces me aproximo a él y le doy un beso en la mejilla, luego hago lo mismo con la nonna y salgo del comedor para volver a mi habitacion.

Ahi termino de alistarme, me lavo los dientes y meto mi telefono, mi cartera y un brillo labial por si se ofrece. Luego hago el mismo recorrido para volver a la planta baja y salir de casa, afuera veo a Alonzo, el chofer leer el periodico, en especifico la seccion de deportes. Me aproximo a él y me tomo el atrevimiento de pedirle que me lleve al centro de Verona, él asiente y sin ninguna objecion se mueve para abrirme la puerta del auto negro que suele manejar.

Después de media hora y debido al trafico, llegamos en veinte minutos a una cuadra de la ubicación.

—Me bajo aquí Alonzo—le informo—puedes irte a la casa, mi padre podria necesitarte.

—Pero, señorita Romy...—dice tal vez en un intento de detenerme, pero hago caso omiso a sus palabras y me bajo antes de que el semáforo le de la preferencia a los autos. Camino entre la gente para que Alonzo me pierda de vista y una vez que llego a la joyería, hago lo que Vittoria me pidio.

Al preguntar por el encargo de Vittoria descubro que en realidad el pedido lo hizo a mi nombre, lo cual no me sorprende ya que de jóvenes, ella solía hacer lo mismo, aveces se hacia pasar por mi en los negocios que me brindaban créditos y por ser una Montteci no solían cuestionarle nada.

Luego de que salgo de la joyería, las guardo en el interior de mi bolso y camino hacia la plaza, si no mal recuerdo ahí se encuentra un servicio de taxis que puedo usar para volver a casa, aunque en mi camino miro hacia todos lados esperando a que ocurra algo fuera de lo normal, quizás una discusión como la del día anterior, pero mientras camino no sucede absolutamente nada

Una calle antes de llegar al sitio de taxis, me percato que delante mio se encuentra una anciana que es empujada por un tipo que pasa sin siquiera volver a ver lo que ha hecho. La anciana cae sobre sus rodillas sobre la acera dejando caer un ramo de rosas e instintivamente me apresuro a ayudarla.

—¡Oye!—levanto la voz, pero el tipo continua caminando.

Intento levantar a la mujer, ella se sujeta de mi hombro para poder levantarse con dificultad. Lleva puesto un vestido verde que llega por debajo de las rodillas, no obstante al poner peso sobre sus piernas me doy cuenta de que la mujer sangra de una rodilla, ella se queja enseguida.

—¡Hey mbécil, mira lo que hiciste!—lo insulto al ver la sangre, pero dudo que me haya escuchado, así que intento buscar un sitio donde apoyar a la mujer. Cerca hay un banco que parece pertenecer a la floristeria que esta cerca de nosotras y de la que supongo fue aquí donde compro las flores.

—¿Qué dijiste m*****a zorra?—escucho una voz masculina. Al acomodar a la mujer me giro sobre mi sitio y descubro la figura del mismo tipo que paso empujando a la mujer.

No es muy alto, pero su aptitud petulante me pone en un aprieto, dudo mucho que alguien como él quiera evitar problemas, así que me decido a confrontarlo, aunque no sé si pueda hacerlo sola.

—Pídele disculpas a la señora—le ordeno tratando de no perder el valor al ver molestia en sus ojos.

—¿Porqué debería hacerlo?—protesta con sarcasmo— esa vieja se cruzo en mi camino.

—La empujaste a propósito—le reclamo—pídele disculpas.

—¿Y quién eres tu para ordenarme que hacer?—inquiere frunciendo el ceño.

—A ti que te importa quien soy o no, solo pídele disculpas—insisto, aunque ahora dudo de si ponerme a pelear en la calle con este hombre sea buena idea.

—¡Ah, la zorrita es valiente!—expone con una sonrisa de lo más perversa. Inesperadamente me toma de la mano y me obliga a acercarme a él hasta que envuelve todo su brazo en mi cintura.

Vi muchas de estas escenas en roma, sobretodo en fiestas a las que aistia con mis amigos, los italianos pueden llegar a ser bastante dominantes aunque eso me desagrada lo suficiente para soltarle una bofetada en la mejilla lo más fuerte que me permite mi mano.

El tipo logra soltarme, pero desde su sitio me dirige una mirada feroz que me aterroriza. Indefensa y ansiosa, mi corazón empieza palpitar desenfrenadamente de miedo, sé que ahora que me solto debería correr, pero mis piernas permanecen inmóviles.

—¡Me las vas a pagar zorrita!—brama el tipo mientras se tapa la mejilla con la mano.

—¿Podrías repetir lo que dijiste?—escucho una voz masculina, el tipo iracundo se gira y vuelve la mirada hacia atrás, no sé lo que sucede, pero de repente se tranquiliza.

—¿Señor...?—logra decir.

Un joven de cabellos castaños alza la ceja hacia el hombre que pretendía golpearme o al menos eso deduzco.

—Te estaba buscando—miente dirigiéndose a mi, pero no sé porque— veo que mi retraso causo un malentendido

—Discúlpeme, señor, yo... solo... estaba—tartamudea.

—¿No crees que es tiempo de que vayas?—le sugiere el joven con cierta severidad—arreglaremos cuentas tu y yo más tarde.

El hombre sale corriendo rodeando al joven de traje negro, este lo mira tranquilamente mientras observa como corre y desaparece lejos de ahí.

Sin ese hombre no sé que habría sucedido. Me detengo a observarlo un segundo, su expresión es afable y hasta diría yo que parece apenado. Su rostro es afilado, bastante apuesto y sus ojos azules parecen brillar al verme. Aunque lleva puesto un traje oscuro, lo porta de manera casual, con zapatos sin calcetines y una camisa, pero sin corbata y con el cuello aflojado.

—Gracias por ayudarme—me atrevo a decir, aunque por lo visto ese joven y el bribon que escapo se conocen, aunque este ultimo parece tenerle pavor.

—No es nada—me dice esbozando una blanca sonrisa— no iba a quedarme con los brazos cruzados viendo como ese sin vergüenza se aprovechaba de ti aunque él tuvo la culpa.

Mis mejillas enrojecen, por lo visto este joven lo observo todo, aunque no intervino, tal vez pensó que yo podría encargarme sola, aunque al final termine siendo rescatada, pero tampoco me iba a pelear con un idiota como ese.

—Creo que quedo en shock cuando lo golpeaste—expresa dando un paso hacia atrás donde se encuentra tirado el ramo de rosas de la anciana—un poco más de fuerza y lo noqueas.

Suelto una pequeña risa ya que supongo se trata de una broma para hacerme sentir mejor, despues de aquel mal sabor de boca.

—Muchas gracias jovencitos—expresa la anciana que sigue sentada en el baco de madera, junto a ella se encuentra otra señora, quien supongo es la persona que atiende la floristeria—me alegro mucho que no les hiciera nada.

—Se ha lastimado abuela—le dice el joven un tanto conmocionado. Inesperadamente revisa en sus bolsillos y de uno de ellos saca un pañuelo blanco que por lo que alcanzo a ver tiene grabadas las iniciales "J. C"

—¿Puedes detenerme esto?—pregunta extendiendome el ramo de rosas, las cuales parecen haber sufrido al ser arrojadas de manera violenta, algunos de sus petalos se han caido.

Él se inclina y coloca el pañuelo sobre su herida y limpia con mucho cuidado la sangre de su piel.

—¿Tiene un kit de primeros auxilios que podamos usar?—le pregunta a la mujer de la floristeria. Ella asiente y de inmediato entra al interior de la tienda por el.

Cuando termina de limpiar la herida, la señora le entrega una caja blanca con una cruz roja pintada encima, adentro parece contener lo necesario para tratar una heridad superficial, al tomar lo necesario, el joven mueve las manos con agilidad y mientras lo observo me parece que sus manos aunque parecen tener una textura tersa y hasta quizás delicadas, nunca vi antes unas manos como las suyas.

Luego de unos minutos de esterilizar la herida, el joven termina colocando un parche adherente de color azul y finalmente queda listo.

—¿Puede levantarse?—pregunta el joven ayudandole a la anciana a levantarse. La mujer obedece su orden y una vez que se levanta, todos la observamos para serciorarnos de que todo esta en orden.

—No vaya a tratar de quitarse el parche, se va a caer solo en un par de dias cuando su herida cicatrice, pero si siente que algo le molesta, por favor acuda a que le hagan un chequeo medico—le sugiere el joven con amabilidad, una que me sorprende, parece tener experiencia en este tipo de cosas, pero es entonces que le devuelvo el ramo de rosas a la señora.

—Creo que algunas flores se maltrataron—le informo con pena.

—Muchas gracias, jóvenes. ¿Cómo podría pagarle su amabilidad?—expresa la señora dirigiendose a los dos, pero yo niego con la cabeza.

—No tiene que pagarnos nada—dice él con una sonrisa, es entonces que noto que tiene un par de hoyuelos en las mejillas, eso me causa cierta ternura— solo no salga a las calles usted sola, despues de todo parece que la tension en la ciudad se ha intensificado considerablemente, todo el mundo esta a la defensiva, asi que no lo vaya a tomar personal, solo que muchos estan asustados.

La señora frunce el ceño y niega con la cabeza.

—Lo Carusso y los Montteci—dice recordandonos el origen de los conflictos en la ciudad—de continuar asi, los turistas dejaran de venir y muchos negocios se iran a la ruina.

—Me parece que eso seria lo de menos—menciona él y sus palabras me obligan a pensar en los casos que Alessandro menciono. Si el conflicto continua no solo las familias intentara destruirse unas a otras, sino que muchos inocentes saldrán lastimados.

—Eso cierto—menciona la mujer con cierta tristeza que no dura demasiado— es extraño ver a dos jovenes interesados en el bienestar de una vieja como yo, no tengo dinero conmigo, pero tal vez pueda recompensarlos con esto.

La anciana, saca dos rosas, las más bonitas que sobrevivieron. Una me la entrega a mi y la otra se la da al joven a mi lado

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