El mesero dio media vuelta. La cola de su traje elegante se agitó. Luego, regresó con porte digno hacia las gradas; mientras otro de sus colegas servía los platillos a la mesa de un lado. El olor llegaba desde ahí; en tanto el mesero detenía con una mano en alto el azafate, poniendo en la mesa los platos con la otra. La comida iba cubierta por una tapadera de metal. Cuando los puso frente al comensal, la espalda del hombre lo bloqueó; así que no pudo ver qué era lo que olía tan bien.
Desanimado, giró la vista a la calle. Justo cuando el entorno giró con su cabeza, otro cliente subía por las gradas; pero sólo pudo percibir la figura borrosa antes de fijarse en la parte inferior. En las alturas, el viento corría con más fuerza, llevando consigo la frescura del día; a pesar del calor del sol. Las personas se mir