El oficial Fernández tenía su pie en el acelerador pasando cualquier señal de alto mientras la ocasión lo ameritaba, siempre teniendo la precaución de cerciorarse de que no viniera ningún otro vehículo en dirección contraria, mientras su mente procesaba lo que Malakai le había dicho.
—¿Qué demonios eres? —preguntó con voz temblorosa el oficial y Malakai se dio por enterado de que no había podido controlar su lobo.
—Soy un hombre lobo. — reconoció midiendo la valentía del oficial, mismo que tembló y sacudió su cabeza en el lugar incrédulo ante lo que escuchaba.
— Eso es imposible, eso es... —el aire se quedó atascado en su garganta, por solo ver cómo el rostro de Malakai cambiaba, no podía decir de que era un lobo como el animal propiamente dicho, porque su rostro seguía teniendo rasgos humanos, pero su boca y orejas habían cambiado, al igual que sus ojos, y qué decir de sus manos. —Por un demonio. — dijo en un grito ahogado Fernández, aun así, no salió corriendo del automóvil, mucho m