Magnus sujetó el cuello de la camisa de Malakai con la velocidad que solo posee un hombre lobo, mientras Nero ayudaba a Natalie a bajar de la camioneta, no se veía bien, estaba pálida y ojerosa.
—Suéltame. —gruño Malakai, sus ojos refulgiendo en dorado, y sus colmillos a la vista, y Magnus lo miró a los ojos, rogando porque Natalie no estuviera viendo la escena.
—Contrólate, Malakai —ordenó en un susurro apenas audible, pero aun así, utilizando su voz de Alpha, y Malakai se tensó, deseando ignorarlo, pero su lobo reconoció la autoridad del Alpha y se calmó ligeramente.
—Perdón, es solo que... —comenzó a decir Malakai, pero Magnus lo interrumpió.
—Su aroma ha cambiado —aseguró, con un tono de sorpresa y Malakai se quedó helado.
—¿Lo sientes? —preguntó sorprendido Malakai, y deseoso de correr tras ella, su luna.
—Claro que sí... quizás es por el bebé —respondió Magnus, pero Malakai negó con la cabeza.
—No, ese aroma no es de mi cachorro, es ella —aseguró, gruñendo de frustración y celos