CAPÍTULO 10. HUYÉNDOLE A LOS SENTIMIENTOS

Marino se levantó del suelo, sentía que su rostro y las manos le ardían por el picoteo de las gallinas, que aún seguían atacándolo, se levantó corriendo mientras sentía lo baboso de los huevos correrle por el rostro, cuando salió se quedó viendo a Karina acusatoriamente.

—¿Te diviertes mucho? —La interrogó molesto, mientras ella seguía carcajeándose—, a mi me encanta ser tu payaso personal. No te olvides que te dije que por la que me hicieras, te la duplicaría.

—¡Lo siento! No puedes molestarte de que me cause risa como te picotearon las gallinas, te resbalaste y los huevos te chorrean por todo el cuerpo, eso es cómico, no puedes enfadarte porque algo gracioso provoque que naturalmente me ría, pero esta vez no tuve que ver.

—¡Me imagino! Las cosas te salieron muc

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