De lo contrario, estaría siempre preocupada de que Carlos la engañara y ni siquiera pudiera comer tranquila.
Pero no era de extrañar que fuera un lugar escogido por Carlos, la comida de ese restaurante era verdaderamente excelente, limpia y de sabor auténtico.
Bella degustó los platillos sola, llenándose el estómago.
Llamó al mesero, pagó la cuenta y bajó con la intención de tomar un taxi.
Al pasar junto a uno de los reservados, vislumbró la puerta entreabierta y vio a Daniel rodeado de un grupo numeroso.
Ellos lo brindaban y halagaban.
Daniel tenía abrazada a una mujer y aceptaba con regocijo todos los brindis.
Bella sacó disimuladamente su teléfono y tomó una fotografía de la escena.
Por si acaso Sara aún estuviera nublada, podría enseñársela.
Cuando llegó abajo, se disponía a pedir un vehículo, pero se le acercó un hombre de aspecto atlético.
—Señora, suba, la llevaré a casa.
Al escuchar el título y la oferta, Bella recordó que ese era Héctor, el chofer y guardaespaldas que Pedro le