Y llegó el lunes, para mi mala suerte, muy a mi pesar.
Tomé mi móvil, apagué la alarma, me levanté y me vestí con un traje medianamente mediocre, como cualquier otro día de estos dos meses. Sin poder olvidar ni un segundo el bochorno y la miseria que sentía cuando por mi mente aparecía el nombre de Damián Remington. Mantuve un contacto minímo con mis padres y mis hermanos durante estos días, Ian estaba muy ocupado con algunos turnos que le habían salido a última hora asi que me evitó el horror de fingir que todo estaba bien cuando todo estaba mal.(***)
Finalmente llegué en frente de la oficina, el transporte público tan jodido como siempre. Saludo con una sonrisa a mis compañeros de la primera planta, estos me brindan un donut. Al menos algo bueno traía este lugar.
Camino directa hacia el ascensor con seguridad, finalmente ent