52. Salvada
Me estremecí cuando el aire frío de la noche me golpeó. Podría haber llamado al chofer pero decidí que no volvería a hablar con nadie. Necesitaba despejarme.
Parecía que estaba a punto de llover. Fuertemente. Me abroché la blusa y comencé a caminar. Era bastante pacífico y oscuro, comencé a perderme en mis propios pensamientos.
Había alrededor de 4 hombres borrachos caminando en mi dirección. Eran altos y de complexión fuerte, sus risas eran fuertes y sus voces profundas. Mantuve mis manos en mis bolsillos por el frío. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando el grande me notó. Siguió mirando. Y no como si acabara de ver la cosa más preciosa del mundo, sino como un león en su presa.
Todavía seguí caminando, quiero decir, vamos, no harán nada.
Mantuve mi mirada y cuando traté de pasar junto a ellos, no se movieron.
Éramos solo ellos y yo, no había nadie más alrededor. Me sentí ansiosa.
—Maldita chica, te ves muy sexy—, señaló uno de ellos.
—¿Por qué no te lo quitas?— Dijo el gran