Cualquier otra emoción que Brendan pudiera haber sentido había sido sustituida por una ira implacable. "Dios, me voy a casa. La veré mañana".
A Steven le sorprendió, pero asintió con la cabeza. "¿Lo llevo a casa ahora?".
"No. Pásame las llaves. Yo conduzco".
Comprobó su traje y se dirigió al estacionamiento, casi demasiado frenéticamente.
Su coche recorrió la carretera a toda velocidad, rasgando el aire como una bala disparada. Cuando llegó, examinó inmediatamente la sala de estar. El resentimiento pasó por sus ojos: había pensado que al menos estaría iluminado.
Porque eso significaría que alguien estaba esperando a que volviera a casa.
Se controló. Ella era ciega. Que una habitación estuviera o no iluminada no importaba. Estaba seguro de que estaría recostada en el sofá, como solía hacer. Esperando.
Brendan se dirigió hacia la puerta y la abrió de un empujón.
La sala de estar estaba completamente vacía. Incluso la mesa del comedor estaba vacía, sin la cena caliente que una