67- ¿Así se siente la felicidad?

Apenas cruzaron el límite del territorio, Gregor frenó en seco. Elyria, a su lado, también detuvo el paso, y sus ojos se abrieron de par en par.

La manada entera los esperaba.

No eran unos pocos curiosos o guerreros de patrulla. No. Estaban todos. Viejos, niños, madres, guerreros, y sanadoras. Cientos de ojos clavados en ellos. Cientos de almas reunidas.

Un silencio reverente los envolvía, tan denso que casi se podía tocar. Y en medio de ese silencio… emociones mezcladas flotaban en el aire, como la esperanza, pero también la culpa y un incómodo arrepentimiento.

Gregor tragó saliva.

—¿Están…? —murmuró Elyria, sin necesidad de terminar la frase.

—Nos esperaban… o mejor dicho, te esperan a ti, mi luna —contestó Gregor, en apenas un susurro.

Nadie dijo nada. No era necesario. Cada miembro de la manada, uno por uno, bajó ligeramente la cabeza. No como un acto mecánico. Si no con respeto, disculpa y gratitud.

Habían sentido el vínculo, aunque el lazo lunar aún no estuviera completo. Se
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