La Resurrección

El sonido del despertador me sobresaltó, su pitido agudo me arrancó del sueño como un golpe seco. Abrí los ojos de golpe y, por un momento, solo me quedé mirando el techo, con el corazón latiendo a toda prisa, como si hubiera estado corriendo. Algo se sentía… diferente.

Me incorporé despacio y miré a mi alrededor. Las paredes azul claro de mi habitación, las cortinas blancas moviéndose suavemente con la brisa, el escritorio desordenado en la esquina… todo era igual.

Demasiado igual.

Tomé mi teléfono de la mesita de noche, con las manos temblorosas. Cuando la pantalla se encendió, se me cortó la respiración. La fecha brillaba frente a mí, como un fantasma de mi pasado.

Era exactamente un año atrás… el día en que debía ir a probarme el vestido de novia.

No… susurré, negando con la cabeza. No podía ser. Recordaba todo con demasiada claridad. La traición. Las mentiras. Los sueños rotos. Y antes de eso, mi muerte… Recordaba el dolor, el frío que me envolvía cuando Josey, mi madrastra, desconectó mi ventilador en el hospital.

¿Estoy… de vuelta? murmuré, apenas reconociendo mi propia voz. Mi mente corría, tratando de entenderlo. Yo había muerto. Estaba segura de eso. Pero ahora… ahora se me había dado otra oportunidad. Una oportunidad para reescribirlo todo. Para detener las mentiras, protegerme y vengarme de quienes me habían traicionado.

Me levanté de la cama, con las piernas un poco temblorosas, y caminé hacia el espejo del armario. Mi reflejo me devolvió la mirada: el mismo cabello oscuro y largo, los mismos ojos cansados. Pero había algo nuevo allí… algo más fuerte, más feroz.

Esta vez, no sería la víctima.

Me senté en el escritorio, tratando de unir las piezas. Los recuerdos de mis últimos momentos regresaron como una ola arrolladora. La cara fría y vacía de Josey mientras se quedaba junto a mi cama, sus dedos tirando del cable como si fuera una tarea cualquiera. La sensación de entumecimiento, la oscuridad que me envolvía.

Pero luego vino la luz. Una luz brillante, casi irreal, que me rodeó y me llenó de calor, de una extraña sensación de paz. Y ahora… esto.

Cerré los puños. —No dejaré que ganen otra vez —dije en voz baja, con determinación.

Pensé en Desmond —sus mentiras, su traición—. Lo había amado, confiado en él, creído que estábamos construyendo una vida juntos. Pero todo fue una farsa, un cruel juego para acercarse a Tila, mi hermanastra.

Y Tila… siempre tan segura de sí misma, convencida de que el mundo giraba a su alrededor. Ella había visto mi dolor, había sabido lo que pasaba, y aun así se quedó mirando, disfrutando en silencio.

No esta vez.

Me vestí con rapidez y salí rumbo a la tienda de vestidos de novia con un propósito claro. Esta era mi oportunidad de cambiarlo todo. De poner fin a mi compromiso con Desmond. Tenía que hacerlo, sin importar qué.

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De vuelta al presente

A la mañana siguiente, después de que Josey intentara convencerme de reconciliarme con Desmond —y yo me negara rotundamente—, me encontré caminando por la casa. Las paredes, los muebles, los pequeños detalles con los que había crecido… todo se sentía distinto ahora. Familiar, sí, pero también sofocante, como si ese lugar quisiera retenerme y evitar que respirara libertad.

Era una sensación extraña, saber lo que el futuro podía traer si dejaba que todo siguiera igual. Pero no lo permitiría. No esta vez.

Al pasar por la sala, escuché voces. Me detuve en seco. Reconocí enseguida el tono agudo de Josey. Luego, la risa de Tila —esa risa confiada, cargada de soberbia— me heló la sangre.

Movida por la curiosidad, me acerqué despacio, quedándome fuera de su vista, pero lo bastante cerca para oír cada palabra.

Te lo digo, mamá —decía Tila con voz segura, Phillip Becker es perfecto. Es el segundo hijo del Grupo Becker. ¿Sabes lo que eso significa? Riqueza. Poder. Influencia.

El corazón me dio un vuelco. ¿Phillip? ¿Estaba hablando de Phillip?

La voz de Josey se suavizó, dejando escapar una pequeña risa. —¿Y crees que podrás conquistarlo así de fácil?

—Por supuesto —respondió Tila con una risita confiada—. ¿Por qué no podría? Nunca he fallado en nada, ¿verdad? Desde niña, siempre he conseguido lo que quiero.

Sus palabras me golpearon como una bofetada. Esa seguridad en su tono, esa forma de hablar como si el mundo le perteneciera, me revolvía el estómago.

—¿Y estás segura de que Phillip caerá rendido ante ti? —preguntó Josey, aunque en su voz se notaba que ya creía en la perfección de su hija.

Tila soltó una carcajada. —Sería un tonto si no lo hiciera. Al fin y al cabo, soy Tila. ¿Quién podría resistirse a mí?

Su arrogancia encendió algo dentro de mí. Sentí el pecho arder, una rabia silenciosa que me quemaba por dentro. Di un paso atrás del umbral, de pronto sintiendo que las paredes me aplastaban.

Me di la vuelta y me alejé, con el eco de sus risas persiguiéndome. Mis pensamientos se agolpaban: el dolor, la rabia, pero también una fuerza nueva que me impulsaba a actuar.

Tila creía que podía tenerlo todo, que nada ni nadie podía detenerla. Pero esta vez no sería así. No con Phillip. No mientras yo tuviera la oportunidad de evitarlo.

Mi decisión estaba tomada. Ya no permitiría que Tila se saliera con la suya, como siempre. Ella había sido la favorita de Josey toda la vida, la que podía hacer cualquier cosa sin consecuencias. Pero eso no la salvaría esta vez. Yo ya no era la misma Faye ingenua de antes.

Ya no había espacio para el miedo. Ya no iba a quedarme esperando a que algo pasara. Tomaría el contro

El juego había cambiado. Y esta vez, no sería yo quien perdiera.

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