Capítulo 37

No, no, ese místico idiota no tiene idea de nada.

Suelto una risita infantil y divertida, al fin lo veo tan desubicado y desestabilizado. Me alejo de él sin dejar de verlo. En cuanto llego a la puerta, le guiño un ojo y salgo.

Algo hay en verdad de todo, pues me he cogido a muchos y por eso es que terminé con VIH. Espero que la enfermedad no avance en dos meses, pues sería irónico que no me maten ángeles ni dioses si no un minúsculo virus.

Los músculos me duelen, siento una punzada nacer de mi omóplato y esta viaja hasta mi hombro, debí haberme lastimado cuando intentaba matar a Lucas. No tengo heridas visibles y eso es algo que agradecer, pero no dudo que pronto aparezca un moretón. Me quedo encerrada en la habitación hasta que el hambre clama tanto desde mi estómago que me veo obligada a salir. Espero no toparme con muchos monteros, lo que menos necesito es llamar más la atención.

En el comedor me encuentro a Josué quien sonríe y me invita a sentarme en la mesa en dónde está él. En
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