Punto de vista de Carlos
No sabía qué demonios me había poseído.
Debí haber tenido la mirada fija en Alexandra, en la mujer a la que decía amar, en el futuro que afirmaba querer. Pero por más que lo intentaba, mi mirada siempre se desviaba hacia ella. Hacia Isabel.
Sí, había renacido. Me habían dado una segunda oportunidad.
En mi primera vida, me había casado con Isabel, pero no por amor, sino por obligación. Una aventura de una noche se convirtió en una vida que nunca pedí, porque ella quedó embarazada, así que me casé con Isabel, aunque lo resentí cada segundo.
Esa fue la razón por la que hui.
La dejé el día que dio a luz a Leo, nuestro hijo, y me refugié en los brazos de Alexandra.
Y por un tiempo, pensé que por fin era libre. Pero cuando Alexandra desapareció después de nuestro regreso, sentí que mi mundo se derrumbaba. Cuanto más miraba a Isabel y a Leo, que representaban la vida que no quería, más los odiaba por existir.
Un año después de la desaparición de Alexandra, fingí un ac