Salimos de la oficina de Mónica con el peso de la conversación aún sobre nosotros. El aire afuera se sentía más frío que antes, o tal vez era la sensación de haber sellado un destino que, hasta ahora, no parecía real.
Apenas habíamos avanzado unos pasos cuando Aldrec me detuvo.
—¿Cómo pudiste hacer ese trato?
Su voz estaba cargada de frustración, pero más que eso, dolor.
Me giré para mirarlo y vi su mandíbula tensa, sus ojos ardiendo con una mezcla de enojo y algo que no quería reconocer como tristeza.
—Aldrec…
—¿Tienes idea de lo que significa? —continuó, sin dejarme hablar—. Si aceptas el trato de Mónica, te sacará del registro familiar. No solo dejarás esta casa… dejarás de ser parte de la familia.
El golpe de sus palabras me dejó sin aliento.
Sabía que sería una despedida difícil, pero no había pensado en la magnitud de lo que estaba perdiendo.
A mi alrededor, la manada se había detenido a escuchar. Sus expresiones reflejaban la tristeza que probablemente aún no podía sentir