CAPÍTULO 11
ROMINA
Maldita sea, esa desgraciada de Irina me las pagará muy caro, ha sentenciado su carta de muerte. Tomo un adorno y lo aviento con furia contra el espejo haciendo que se rompa en pedazos.
Agarro el celular y le marco a Sergio, éste me ayudará a desaparecer a la hija de perra de Irina.
—No sabes la que te espera —digo para mí misma con rabia y odio a la vez.
Maldita sea éste imbécil, no responde. Vuelvo a llamarlo y me manda directo a buzón.
“¿Qué estará pasando?”, pienso con angustia. Siento como un presentimiento, esto no me gusta nada.
Me meto a mis redes sociales a ver si dicen algo de él.
—¡No, no, no, no puede ser! Sergio está muerto, ¡No!
Dicen en las noticias que hubo un enfrentamiento entre carteles, en un ejido cerca de la ciudad.
Me he quedado completamente sola, sin ninguna protección, él era el único que podría ayudarme, sacarme lejos de la ciudad, evitar que mis padres me lleven a Obregón con la hermana de mi madre.
—¿Por qué tuviste que morirte? —Lágr