Internación

—Thomas —

Estoy sentado frente a mi psiquiatra en su consulta, a ella le debí decir toda la verdad de lo que, supuestamente, recordaba y ahora, estábamos revisando los resultados de las pruebas que me había mandado a hacer…

—Mira, Thomas. Lo que arrojaron tus estudios es que sufriste una sobredosis de Rohypnol y GHB, pero ¿de verdad no recuerdas cómo los ingeriste?

—Te lo juro, tú sabes todo lo que soporté los primeros meses en este encierro y por una tontería no habría caído de nuevo, tengo flashes de lo que pasó esa noche, pero nada a ciencia cierta, todo es demasiado confuso.— bufo molesto, pero era la verdad. Lo que me había pasado esa noche era tan extraño y aún seguía sin entender nada.

—Aunque no quieras, hay un retroceso en tu recuperación y no podrás salir nuevamente hasta que estés totalmente desintoxicado, ese fue el acuerdo.

—Lo sé, lo sé, ya lo tengo asumido.— eso era cierto, si había consumido drogas todo lo que logré en los últimos seis meses se había ido a la m****a y podría recaer en cualquier momento.

—Pues, vamos a hacer el ingreso, Thomas. ¿A quién harás responsable?

—A Di Rossi.

—¡JA! ¿Quién lo creería?

—Ni yo mismo querida, ni yo mismo…

Un mes después de internarme…

—¡Suéltenme malditos idiotas, todos y cada uno de ustedes pagará lo que me están haciendo!

Hoy, era uno de esos días en donde mi sueño recurrente venía a mi cabeza, aquella sombra que sólo veía cuando me aprovechaba de la dosis de Vicodín que me daban para los dolores. Sentía náuseas y ganas de vomitar, pero quería soñar con ella… y, con el tiempo aquí, había aprendido a guardar las pastillas en el costado de mi mandíbula para luego, teniendo varias, consumirlas y caer en ese sueño/recuerdo que necesitaba evocar. Para mi maldita mala suerte, esta vez la psiquiatra me había descubierto y ordenó que me “plancharan”, así que, en estos momentos, estaba como la momia del rey Tut, acostado en mi cama y amarrado de manos y pies, para mi propia seguridad. Esta es la segunda vez que han debido hacerlo en este nuevo proceso de desintoxicación, pero es que nadie me entiende… Quiero saber quién es esa sombra que se aparece en mis sueños…

Tres meses después de internarme…

Mi psiquiatra me ha pedido escribir mi día a día en este diario y como no me gustaba la idea, no había escrito nada, pues estaba en tono nene de mamá, haciendo berrinche por todo, pero todo cambió ayer, que supe de mi enana y la pérdida de su bebé, me sentí como la m****a por no haber estado con ella. Enzo lloró en la visita que me hizo, pues ella aún estaba hospitalizada, pero le hizo prometer que no me dejaría solo y vendría a verme. ¡Mierda! Ella pensaba en mi bien, aunque estuviera pasando por todo eso y ¡diablos! entendía su dolor, debe ser terrible perder a un hijo.

Como nunca lo pensé, abracé y le di muchos consejos a Enzo. Di Rossi, me lo agradeció y estuvimos toda la tarde jugando ajedrez, mientras el tiempo pasaba…

Cuando se fue, lo vi salir del lugar con aires renovados, al fin y al cabo era el amigo que necesitaba, en ese momento para escuchar y ser escuchado…

Seis meses después de internarme…

Hola diario, me gusta decirte así, bueno porque eso es lo que eres ¿no? Vamos a lo importante, hoy vienen todos a verme, es mi cumpleaños. Será una pequeña celebración en la sala común del sanatorio en el que estoy, así que me he preparado, recorté mi barba y la enfermera me arreglo el pelo en una coleta baja, aún no quiero cortarlo, me gusta como me veo…

Hola de nuevo, diario. Estoy tan contento de haber pasado mi cumpleaños con mi familia, no sabes cuánto. Mamá me hizo un pastel de panqueques con naranja, como a mi tanto me gusta, Cameron me trajo una pintura que había hecho y Melanie me contó que quería estudiar derecho como yo y que se sentía orgullosa de la persona que era, esa chiquilla era mi cable a tierra, jamás pensé que, a pesar de todo, ella siguiera apoyándome de esta manera.

Papá, tan serio como siempre, estuvo conmigo y sólo se atrevió a abrazarme, sabía que sentía culpa por como me había tratado cuando era niño y lo que había pasado el último tiempo, pero yo le recordé que lo había perdonado esa vez que descubrimos la verdad con la carta de mi mamá Diana. Al final, hablamos con mi psiquiatra y comenzaremos una terapia juntos, nos lo merecemos.

Val y Alma, más los dos baberos andantes de mi hermano y mi cuñado, llegaron con los pequeños demonios de la familia, los mellizos y las gemelas eran una combinación absoluta del desastre y mi pequeña Sofía se las daba de vieja chica tratando de ordenarles el mundo, pero el que más me sorprendió fue Elliot, está tan grande y maduro para su edad que se puso a conversar como todo un colega con mi terapeuta dándole consejos y métodos de tratamiento para mi recuperación, eso nos sacó risas a todos.

Nuevamente pregunté por todos y obviamente por mi gatita huraña, hace mucho que no sé de ella y esperaba que viniera, no sé porqué, pero no estuvo. Ahí, por fin, pude sacarle algunas cosas a Alma de ella, aunque solo me dijo que ella estaba en España trabajando.

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