274. La promesa
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Julieta
Mis ojos se abrieron de golpe cuando escuché la voz del guardia.
—Señora... lo encontraron —alguien gritó sin aliento.
Me levanté de inmediato, sin pensar, con el cabello hecho un desastre y el corazón latiendo como loco.
—Vamos, vamos —dije mientras me ponía las zapatillas a toda prisa—. ¡Llévame a donde está!
El guardia me miró nervioso, pero negó con la cabeza.
—No, primero debe bañarse y arreglarse —ordenó con un tono que intentaba ser firme.
Le lancé una mirada furiosa, una que, en cualquier otra ocasión, habría hecho retroceder a cualquiera. Y este hombre no fue la excepción. Dio dos pasos hacia atrás con las manos en alto como si se estuviera rindiendo.
—Quiero... —intenté refutar.
—El jefe Marcelo lo ordenó, señora. Yo no. Solo soy un mensajero —dijo un poco asustado.
Sin esperar mi respuesta, se dio la vuelta rápidamente y desapareció por el pasillo.
Bufé frustrada, pero cuando vi mi reflejo en el espejo, entendí el porqué de la insistencia. Mi cabello