JORDÁN
—¿No… papá? —llamé, todavía mirando mis manos que goteaban sangre.
—No mereces amor, Jordán. Cualquiera de quien te enamores está condenado a morir por tu culpa. Eres un monstruo traicionero —la voz resonó en mi cabeza mientras observaba a mi padre retorcerse de dolor.
Mis ojos se abrieron aún más al ver a Dafne frente a mí, con un cuchillo clavado en el abdomen. ¿La apuñalé yo? La sangre brotaba de su boca abierta… Me miraba con unos ojos tiernos, pero llenos de compasión.
Sentí el corazón desgarrarse. —¿Dafne? No… yo no… no lo haría… No, no mueras —las lágrimas me llenaron los ojos.
—¿De verdad crees que mereces amor? Acabas de matar a la mujer que tanto amas. Le clavaste un cuchillo directamente en el estómago. Así de espantoso y cruel eres, Jordán. Nada puede cambiar eso. ¿Has olvidado lo horriblemente que mataste a tus padres? —la voz atormentadora volvió a resonar, seguida de una risa ensordecedora.
Mi cabeza daba vueltas. La horrible marca en mi espalda ardía con fuerza.