CAPÍTULO 4: SERÁ A LAS MALAS

Lucian

No es posible que otra vez me suceda lo mismo. Esta loba osa rechazarme como lo han hecho muchas otras antes que ella, pero me niego a dejar que sea lo mismo en un maldit0 ciclo sin fin, ¡ella será mía, aunque no quiera!

Alina me mira con el labio tembloroso y los ojos a punto de desbordarse en lágrimas. La expresión en su rostro es de puro miedo, e incluso podría decir que algo de desprecio.

—¡No puedes obligarme! —espeta luego de un par de segundos en silencio.

Estoy consternado por su nivel de osadía, nunca una loba, ni nadie en realidad, me había hablado de esa manera. Normalmente suplican que las mate, o me piden hacerlas mis esclavas, pero nunca, mi esposa.

—Claro que puedo, yo soy el rey de esta tierra, eres una súbdita y estás bajo mi mando, soy tu Alfa y me debes obediencia —respondo con severidad. La intensidad de mi mirada y el gruñido que sale de mi garganta por fin la hacen flaquear.

Alina agacha la cabeza y aprieta los puños con fiereza. Suspira profundamente y entonces, contra todo sentido común, vuelve a levantarla y me mira fijamente a los ojos.

—Puedes obligarme si quieres, pero nunca seré la esposa que esperas de mí.

Levanto mi mano sintiéndome realmente furioso, un solo zarpazo de mi garra podría desfigurarle la cara para siempre, sin embargo, en ese momento la puerta se abre y Sorin entra a la sala junto a Rhea, otra de mis sirvientes y una loba Beta.

—Mi señor, vinimos a llevarnos a la chica para prepararla. Los demás sirvientes están alistando el salón para la boda.

—Bien, llévensela.

Alina abre los ojos hasta el límite, algo me dice que está a punto de salir corriendo de aquí en cualquier momento. Rhea avanza en silencio hasta ella y la toma del brazo con cuidado.

Cuando cree que ya no la estoy viendo, deja correr las lágrimas que ha estado conteniendo y sale del lugar.

Un enorme sentimiento de ira y frustración se apodera de mí. Rujo con fiereza, la vibración de mi garganta resuena en todas las paredes del castillo y hace temblar sus cimientos.

—Cálmese Alfa Lucian, no le servirá de nada perder el control —me advierte Sorin.

—¿Es que no la viste? Ella también me detesta.

—Quizá si fuera un poco más amable, si tratase de apelar a un lado más gentil, las mujeres que lo conocen estarían más dispuestas a… estar con usted.

Frunzo el ceño y lo miro con desprecio. Sé muy bien que eso no serviría de nada, porque no importa que tan amable intente ser, ellas solo ven al monstruo en mí.

—Tonterías, eso no sucederá. Estoy harto de esperar que una loba acepte casarse conmigo. Me impondré como su rey y como su Alfa. Alina Kindred será mi esposa, aunque no quiera.

Sorin suspira y niega con la cabeza varias veces. Sé lo que está pensando, así solo voy a conseguir espantarla.

Llevo tanto tiempo en esta maldit4 maldición, que prácticamente ya he olvidado lo que se siente ser un humano. Mi lado bestia y animal es quien domina el noventa por ciento de mi temperamento y actitud.

Si soy absolutamente sincero, no podría ser amable con ella, aunque quisiera, porque yo no tengo un corazón. Lo endurecí hace muchos años para protegerme a mí mismo de esta condena. Un hombre lobo que no puede tener una mate solo es un alma a medias, una condena que tendré que llevar hasta que exista alguien más poderoso que yo que acabe con mi sufrimiento.

—Recuerde que la idea de una esposa es para mostrar una cara más simpática al reino. Circe ha ido a recorrer los demás reinos para asegurarse de que todo está en orden; no queremos otra guerra de razas —murmura—; pero no olvide que todavía las sirenas no se han sometido a nosotros, y las brujas podrían ser una amenaza.

—No me preocupan las brujas, con Circe de nuestro lado están bien controladas —respondo sin darle demasiada importancia.

Circe es mi fiel consejera, una bruja que, en su tiempo, traicionó a su clan para unirse al lado ganador: los lobos. Con ella al lado de quienes fueron mis antepasados, ganamos la guerra. Desde entonces ha servido al palacio.

—Pues yo me preocuparía más por los humanos del sur, o los vampiros.

—Los humanos son el eslabón más débil, gracias a nosotros, los ataques de vampiros se redujeron prácticamente a cero, y en cuanto a esos chupasangres, solo son criaturas tontas sin cerebro. Te preocupas por nada, Sorin. De todos modos, te haré caso, después de Circe, en ti es quien más confío.

—Gracias, mi señor. Aspen lo está esperando para dejarlo presentable para la boda.

Vuelvo a gruñir, no hay nada que hacer con este aspecto bestial del cual no puedo deshacerme. No importa lo que haga, me seguiré viendo como un monstruo del cual ella estará aterrada.

—Mejor ve a ver cómo está la chica, y asegúrate de que coma algo.

Salgo de allí a toda velocidad. Recorrer los pasillos del castillo es como un juego para mí. Me conozco cada recoveco, cada pasillo y cada habitación como la palma de mi mano. Hubo una época en la que fui feliz, cuando era un niño y todavía no se había activado mi maldición. Nadie me dijo lo que pasaría, pero, después de eso, todo cambió.

Es como si la vida misma hubiese perdido el color. Tomé el mandato que me correspondía por derecho, Circe me dijo que mi padre había sido un gran rey. Nunca llegué a conocerlo pues murió cuando yo era muy pequeño, y fue hace tantos siglos que ni siquiera lo recuerdo.

Llego hasta la torre más alta del castillo, también, mi habitación. Me gusta pensar que se encuentra más cerca de la luna, así, en la única noche del mes en la que puedo ser yo mismo de nuevo, me asomo a la ventana y dejo que la luz me irradie todo el cuerpo, para sentirme un poco más humano.

En lugar de quedarme aquí, salgo a través de la ventana y me deslizo por las paredes exteriores hasta llegar a la habitación que le han asignado a Alina.

Ella no me ha visto y no pretendo que lo haga, solo quiero saber lo que piensa de mí sin que sepa que estoy presente escuchándola. Me asomo con cuidado desde la parte de arriba de la ventana. Alina está sentada en la cama solo con ropa interior.

Debería ser indecoroso e inapropiado mirarla, pero no puedo evitarlo. La loba es preciosa. Es menuda, pero muy delgada, casi me da la impresión de que no comía bien en la manada de su padre.

El cabello castaño le cae en ondas hasta la mitad de la espalda, tiene unas curvas muy sensuales, podría imaginar ese pequeño cuerpo entre mis garras, sin embargo, sé que, si intentase forzarla a una unión conmigo, podría hacerle mucho daño.

Sus ojos verdes y esas pestañas frondosas están llenas de lágrimas. Levanta la vista cuando Rhea sale del baño y se acerca a ella para limpiarla con una esponja empapada.

—No estés triste, el amo Lucian puede parecer muy temible, pero te prometo que no es tan malo cuando llegas a conocerlo.

—Solo lo dices porque es tu rey, es tu deber decirlo —le responde ella con un hilo de voz.

Rhea sonríe y le toma la mano.

—También es tu rey, ¿no deberías pensar lo mismo?

Alina voltea el rostro y vuelve a apretar los puños con fuerza.

—No puedo pensarlo. Es mi rey, pero me obliga a ser su esposa, ni siquiera escucha los motivos por los que yo nunca podría ser la indicada para él, así que no quiero conocerlo, ni tener nada que ver con él.

—Dale una oportunidad —insiste Rhea.

Alina no le contesta, en cambio, se limpia las lágrimas y detiene a la loba que la limpia.

—Voy a casarme con él porque me lo ordena y no puedo negarme, pero verás que pronto se deshará de mí.

Retrocedo hasta quedar contra la pared, pues en ese momento ella levanta la vista hacia la ventana.

No creo que haya nada que me haga arrepentirme de esta decisión, no tengo nada que perder, esta es la única manera en la que podría conseguir una esposa y quiero que sea ella.

Regreso a mi habitación para esperar a Aspen, al menos puedo darle el beneficio de la duda.

Un par de horas después, Aspen ya me ha acicalado lo necesario. Mi mente no deja de dar vueltas sobre las palabras de Alina. Está muy convencida de que la rechazaré en cualquier momento.

—Ha quedado muy bien, mi señor —dice Aspen.

—No mientas para agradarme, sabes que no me gusta eso.

—No miento, mi señor.

Le gruño a la pequeña loba, una omega de bajo rango encargada de la limpieza y otras cosas sin mucha relevancia.

Sorin toca a la puerta y pasa luego de que le doy la orden.

—Ya está todo listo, Alfa Lucian.

—Bien, bajaré en un momento.

—Alfa, ¿puedo hacerle una pregunta antes de que se vaya?

Volteo para mirarlo con imponencia, él agacha la mirada y se balancea en sus pies con nerviosismo.

—Dime.

—¿Por qué ella? Quiero decir, hay muchas otras lobas más poderosas y con mayor rango. ¿Está del todo seguro que quiere a Alina Kindred como esposa?

—¿Acaso crees que no soy capaz de decidir?

—No, no. No se trata de eso.

—Alina es la hija primogénita del Alfa Thorne Kindred, uno de los dueños de la manada más poderosa del reino.

—Pero es una omega y al parecer una muy débil.

Comprendo los cuestionamientos de Sorin, después de todo, una reina debería estar a la altura de su rey, no obstante, si soy sincero, no sé por qué la quiero a ella. Desde que la vi, hubo algo en sus ojos, en su mirada, o en la forma que tiene para desafiarme que me cautivó.

Alina Kindred es una loba peculiar; llámalo capricho, obsesión, o mero aburrimiento, pero la quiero a ella.

—Eso es porque su padre la ha tratado mal toda su vida, es evidente. Cuando se convierta en mi esposa se volverá una Beta, nunca llegará al rango de Luna, pero sabes que ninguna lo haría de todas formas.

—Entiendo, señor.

—No vuelvas a cuestionarme, Sorin, no te aproveches de la estima que te tengo.

Sorin asiente y se hace a un lado para dejarme pasar. La ceremonia se realizará a puertas cerradas, y únicamente frente a los Alfas de los clanes de la región de Dunwic.

Ya ha caído la noche. Solo queda una noche para la luna llena, así que no puedo esperar más, la boda debe hacerse hoy.

Los súbditos del reino ya se encuentran en el gran salón aguardando por mí y por Alina. Todos se arrodillan ante mí y evitan levantar la cabeza. Sé que en parte es porque temen encontrarse con mi mirada.

Sorin oficiará la boda, ya que es el lobo anciano más capaz de darnos la bendición ante la luna.

A los pocos minutos las grandes puertas del salón se abren. Alina entra con un velo transparente sobre su cabeza y un hermoso vestido blanco que resalta cada parte de su cuerpo. Camina hasta mí con lentitud, hasta que la música se detiene y ella queda de pie frente a mí.

Levanto su velo con suavidad y le sonrío, esperando que al menos eso sirva como un inicio de mi muestra de amabilidad, pero ella no me mira; Sorin inicia la ceremonia.

Mi corazón se acelera cuando llegamos a la parte más importante.

—Alina, ¿aceptas por esposo al rey Alfa Lucian Wolfsbane en sagrado matrimonio ante la luna?

Ella voltea y me mira a los ojos una vez más.

—Acepto.

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