3. Una Presencia Inquietante

Ángel

Sus labios acariciaron los míos, sus manos se deslizaron por mi cintura desnuda y se posaron en mis caderas.

“Finalmente”, murmuró, con una sonrisa de alivio en los labios. Su rostro estaba borroso, casi cubierto por la sombra de la noche. Ni siquiera mi visión de lobo podía captar mucho más que sus deliciosos labios carnosos y su barba incipiente. No sabía quién era ese hombre, pero ahora lo deseaba más que a nada.

La sonrisa en mi cara era brillante y clara mientras él me acercaba más a sus brazos.

“Te extrañaba, Lil, incluso antes de nuestro primer encuentro, te extrañaba cada día. Sabía que un día encontraría por fin a la mujer, la fuerza de la naturaleza, que iluminaría mi corazón”. Sus dulces palabras resonaron en mi mente y me hicieron gemir tanto como la forma en que sus manos recorrían mi columna de arriba abajo.

Una sacudida de electricidad consumió mi cuerpo. ¿Eran esas las malditas mariposas en el estómago de las que tanto hablan todas las revistas de lobos adolescentes? Mis mariposas parecían estar pérdidas o borrachas, porque estaban por todas partes. Cada centímetro de mi cuerpo que tocaba se sentía bien y cobraba vida.

“¡Yo te extrañaba aún más!” Le mostré una enorme sonrisa, mordisqueándole el labio inferior y haciéndole reír. Dios mío, el sonido de su risita me hizo cosas.

De repente, sentí que el cuerpo me pesaba, como si me separara de él.

Noté cómo su cuerpo se tensaba al darse cuenta de que estaba a punto de irme. Sus manos sujetaron las mías, su tacto firme pero suave. “Volveré a verte muy pronto. Vuelve conmigo, Lil. Te encontraré”, me murmuró al oído antes de que me despertara sobresaltada.

Un suspiro salió de mis labios, no era real.

M*****a sea, no sabía quién era ese pedazo de hombre tan sexy ya que apenas podía verle la cara. Pero de una cosa estaba segura: no era Aarón. No era mi compañero. Entonces, ¿por qué quería volver a dormir solo para soñar con él?

La forma en que me llamaba —Lil— sonaba especial, dulce y buena. Nunca nadie me había llamado así; todo el mundo me llamaba Ángel o Angeline. Diosa, incluso este apodo me había desvanecido, ¡necesitaba un ventilador! Estaba tan excitada y mi corazón latía más rápido que las alas de un hada de jardín.

“¡Es solo un sueño, Ángel! Un sueño tonto y te garantizo que la realidad —nuestro Alfa— es mucho mejor”, me dijo Sia, ladrando y bostezando en mi mente.

Ella tenía razón: solo era un sueño y el Alfa Aarón era mi realidad, mi futuro.

Parpadeando dos veces, miré la mano posesiva sobre mi vientre mientras Aarón me atraía hacia su pecho y presionaba su erección contra mi trasero casi desnudo. Francamente, no entendía cómo el hombre podía mantenerla todo el tiempo así. Debía de ser cosa de Alfa.

Exhalando profundamente, volví a dormirme. Mañana era mi gran día y tenía que estar bien descansada; Aarón me había dicho más de una vez que, después de empezar conmigo, no me quitaba las manos de encima durante días seguidos. El Alfa estaba hambriento y a Sia le encantaba la idea de ser su presa. Yo, por mi parte, intentaba aguantarme hasta que el vínculo de pareja me hiciera sentir menos adormecida para volver a juntar los pedazos rotos de mi corazón.

 ~ * 

A la mañana siguiente, me estaba preparando con la hembra Beta y una docena de chicas Omegas. Pronto llegarían los invitados y comenzaría la Ceremonia de Apareamiento. Aarón hizo una gran fiesta e invitó a todos los Alfas y Lunas del Reino, incluso al Rey y a la Reina, pero ellos tuvieron que declinar la invitación debido a algunos problemas familiares. Su hija estaba metida en un lío con su pareja — se rumoreaba que se odiaban.

Miré el reloj de pared y suspiré profundamente. Ni Julia ni la pequeña Stella habían llegado aún y tenía muchas ganas de arreglarme junto con ellas. Extrañaba mucho a mi pequeña Flor Amarilla más que a nada. Antes de la muerte de papá, nunca dejaba que Stella se durmiera sin leerle un cuento. Ahora han pasado muchas noches sin sus cuentos de hadas – sí, parecía obsesionada con las historias de los Fae.

“Cindy, ¿sabes por casualidad cuándo viene mi amiga Julia?” Le pregunté a la hembra Beta y ella negó con la cabeza.

“No lo sé, querida. Pero ahora tienes cosas más importantes en las que pensar. ¿Qué labial prefieres? ¿Malva o lila ardiente? El que elegiste al principio no combina con la sombra de ojos. Es difícil encontrar colores que encajen con tu cabello pelirrojo brillante”, me dijo mostrándome una caja de labiales. No era la primera vez que hablábamos de labiales y de todo lo relacionado con el cabello y el maquillaje. Todo aquello era agotador y juro que, si Cindy se pasa dos minutos más hablando de diferentes tonos de lo que sea, ¡demonios, me volveré loca!

“Elígelo tú, Cindy. Parece que sabes mucho de estas cosas”, le dije, intentando disimular mi impaciencia. A partir de ahora tendríamos que trabajar juntas, así que sería bueno que nos lleváramos bien.

“Claro, pero recuerda, querida, una Luna siempre debe lucir impecable; de lo contrario, la gente podría pensar que su Alfa no puede cuidar de ella y si él no puede cuidar de su mujer, ¿qué puede hacer por el resto de la manada?”, preguntó con una sonrisa y yo solo asentí, apenas registrando sus tonterías.

“Julia, ¿ya Stella y tú vienen en camino?” Decidí vincular mentalmente a mi amiga. Así sería más fácil. Sia era todavía una loba muy joven, así que vincularla mentalmente no era muy fácil y me causaba dolor de cabeza.

“Oh, Ángel. Lo siento mucho. No podemos ir ahora, pero nos encontraremos en tu Ceremonia. Estoy segura de que será hermosa y llena de felicidad”, respondió. Me pareció raro, realmente sonaba como si estuviera omitiendo algo.

De cualquier manera, la vería en dos horas más o menos y cuando pudiéramos hablar más, llegaría al fondo del asunto. Antes de la ceremonia oficial, Aarón quería presentarme a lo que él llamaba todos los importantes del Reino Alfas, Lunas y Betas.

Mis ojos se desviaron hacia el vestido dorado absurdamente brillante que Cindy eligió para mí. La falda era tan grande que me sentí como en una película medieval. Seguramente, una familia de Pixies podría vivir debajo de esta m*****a cosa.

En cuanto estuve lista, caminé al balcón y aspiré una gran bocanada de aire fresco. ¡Santo cielo! Cómo extrañaba estar sola, estar en la naturaleza y respirar sin estar asfixiada por el maquillaje, los peluqueros y tanta gente detrás de mí pensando que un maldito vestido es lo más crítico del universo.

“¡Ángel, no seas gruñona! ¡Este es el mejor día de nuestras vidas! ¡Sé feliz, sonríe!” Me dijo Sia, sacudiendo la cabeza en mi mente.

“Estoy feliz de estar con Aarón, de ser su pareja y de oficializar nuestra unión, nuestro amor. Solo me gustaría poder hacerlo más a mi manera y tener a mis chicas conmigo”. Respondí.

Ella tenía razón. Debería respirar hondo y concentrarme en mi destino.

Espera, algo parecía raro. Mi mirada recorrió alrededor, inspeccionando mi entorno.

Yo también lo siento. Alguien nos observa”. Me dijo Sia y tragué saliva. No podía ni siquiera intentar luchar con semejante vestido, ni, aunque me hubiera entrenado como quería.

“Pequeña, estás aquí”, oí la voz de Aarón y me giré, un suspiro de alivio abandonó mis fosas nasales. “Entremos, la élite del Reino nos está esperando”.

“Aarón, creo que alguien me estaba vigilando”, le dije mientras caminábamos hacia el comedor donde estaban los lobos de rango.

“Eso es imposible. Estás a salvo. No hay intrusos en la manada, solo los invitados. Además, nadie estaría tan loco como para acercarse a la casa de mi manada y atreverse a tocar a mi futura Luna”, me tranquilizó apretándome la mano.

“¿Qué me dices de los que atacaron la manada hace unos días, cuando mi padre... oí que eran diferentes, poderosos y nada parecidos a lo que nadie de aquí había visto antes?”, le pregunté.

“¡Cariño, no pienses en esas cosas! Concéntrate en la fiesta, en nosotros. Ya sabes que los lobos exageran y que a los omegas perezosos les gusta chismorrear”, me dijo. ¿Qué cosa? ¡Eso no podía estar más lejos de la realidad! Estaba a punto de replicarle que los omegas eran muy trabajadores, mucho más que muchos lobos de rango, cuando entramos en el comedor.

“Buenas tardes, Alfas, Lunas, Betas. Les presento oficialmente a mi futura Luna: Angeline”, Aarón se dirigió a la gente. Entre ellos, pude ver a Luna Clair y a Alfa Hunter y les sonreí. Eran personas increíbles y muy cercanas a mi prima Bea. Me alegré de que estuvieran aquí y de no estar solo rodeada de extraños estirados.

Mirando detrás de mi hombro, vi que alguien entraba en la habitación. Por su complexión y su aspecto, solo podía ser otro Alfa.

“Siento el retraso”, le dijo a Aarón y mi compañero asintió formalmente.

“No te preocupes, Alfa Blake”, dijo y el hombre entró. Su mirada se clavó en mí incluso después de que se uniera a los demás; era más que extraño y me hizo sentir incómoda. Sin embargo, mi compañero no parecía notar nada. ¿Estaba todo en mi cabeza? No, no podía ser. ¿Qué podía querer hacer ese tal Alfa Blake conmigo? Nunca lo había visto antes.

Mientras las damas Omegas entraban en la sala llevando copas de Vino de Hadas, Aarón y yo dimos una vuelta por la sala para saludar a todos los lobos de rango. Fue entonces cuando mi mirada se encontró con un par de ojos color avellana, y sentí un cosquilleo en mi marca de nacimiento. ¿Quién era ese hombre? Por su aura, parecía un Alfa.

En cuanto pude apartar la mirada de sus hermosos ojos, me di cuenta de lo guapo que era, con la nariz recta y los labios carnosos rodeados de una barba crecida. Su barbilla también estaba cincelada a la perfección. Pero mis ojos se negaron a detenerse ahí y bajaron hasta sus grandes hombros y su musculosa figura. Incluso podía ver las ondas de su abdomen delineadas en su ajustada camisa.

El ladrido de Sia en mi mente rompió el hechizo magnético y me hizo apartar la mirada. ¿Qué me pasaba? Nunca había mirado a nadie a los ojos.

Basta Ángel, ¡tienes compañero!

No se trataba de deseo o lujuria. No, era otra cosa, una sensación extraña que nunca antes había experimentado. Intensa, hermosa y perturbadora.

Extrañamente, también sentí un cosquilleo en el corazón y algo se agitó dentro de mi alma; sentí como si despertara de un largo sueño. Nunca había visto a este hombre, ni siquiera sabía su nombre. Entonces, ¿por qué me resultaba tan familiar? ¿Por qué sentía como si lo hubiera estado buscando toda mi vida sin saberlo?

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