Yo le creo.

Diego no midió sus palabras y, al parecer, ofendió a Thiago, pues el CEO golpeó la mesa al poner la copa.

—¿Crees que soy un cobarde? —¿Estás diciendo que me faltan testículos? Rayo elevó una de sus cejas y sus venas se resaltaron en el cuello.

—¡Papá, estoy seguro de que Diego no quiso decir eso! Douglas intervino para que las cosas no pasaran a más. Sin embargo, Rayo no se contuvo y continuó. —¿Crees que soy un pendejo por perder a su madre? ¿Me culpas por todo lo que pasó? A decir verdad, los aires se estaban calentando, y quizás hubiese pasado a más, pero en ese momento la puerta se abrió y Alberto entró con el ceño fruncido.

—¡Diego, me decepciones, papá, no ha hecho nada malo, yo que soy un niño lo sé! Estoy por cumplir cinco años, pero conozco toda la trayectoria de mi héroe. He investigado toda su vida en internet. La verdad es que Alberto sacó la inteligencia de Rayo, tanto así que es el único de sus hijos que ha logrado cifrar la computadora del CEO.

—Alberto, ven aquí. Al l
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