Epilogo.
Epílogo.
El rugido del motor se apagó cuando detuve el auto frente a la residencia del Alfa de la Manada Azul. Sentí mi mandíbula tensarse mientras miraba la enorme propiedad. La última vez que estuve aquí, Nieves estaba a mi lado. Ahora, ni siquiera sabía si me permitirían verla.
Bajé del auto y me acerqué a la entrada. Dos guardias me bloquearon el paso, sus miradas frías y llenas de desprecio.
—Anuncien mi llegada —ordené, manteniendo mi voz firme.
Uno de ellos llevó la mano a un comunicador en su oído.
—El rey está en la entrada. ¿Órdenes?
Hubo un silencio tenso antes de que la voz del alfa o beta resonara con dureza.
—Déjenlo entrar.
Las puertas se abrieron lentamente, pero la hostilidad en el aire era imposible de ignorar. Conduje mi auto entre los miembros de la manada azul y sentí sus miradas clavándose en mí como cuchillas. Murmullos, desprecio, rechazo absoluto.
Mi corazón latió con fuerza cuando llegue a la casa principal del alfa la puerta de la casa se abrió y una