Caminé con pasos apresurados sosteniendo con fuerza entre mi pecho la carta del hombre que amaba, me interné en el interior del invernadero y me dispuse abrirla, el corazón me latía con fuerza al ver aquella maravillosa escritura y con un nudo en mi garganta comencé a leer:
España, 19 de octubre de 1790
Querida Estefanía, antes que nada, quiero que sepas que he llegado sano y salvo a mi destino y al instalarme lo primero que hice fue escribirte; sin embargo, me entristece que está misiva, no te llegue con la rapidez que demandan mis anhelos, así mi ansiedad por saber de ti y tú de mí sería más llevadera, aun así, me conformo con la certeza de qué te llegará, de eso tengo fe absoluta. Sé que ya debes de es