REINA DEL MAR. CAPÍTULO 62. Un pirata bonitoEl mar está tranquilo esta mañana, casi demasiado tranquilo, y eso siempre me pone nerviosa. El viento huele a sal, a humedad, a posibilidades. Estoy en la cubierta del Barba Negra, con el catalejo en una mano y la radio en la otra, cuando Dagger, uno de mis subordinados, sube a decirme lo que ya me imaginaba por el tono de su voz.—Capitana —dice, con una ceja alzada y una sonrisa torcida—, tenemos aviso de un carguero cerca. Clase media, bandera sudafricana, escolta mínima, carga probablemente farmacéutica.—¿Legal o ilegal?—Ambas cosas. Al parecer llevan material entretenido.Sonrío. Ese tipo de mercancía vale oro en las rutas del sur. Sobre todo en las zonas que no figuran en ningún mapa.—¿Ubicación?—Treinta millas al este. Si le damos velocidad, llegamos en cuatro horas. ¿Damos caza?Me tomo un segundo para pensarlo. No demasiado porque la tripulación está inquieta, llevamos semanas sin una presa digna. Y yo necesito distracción. ¡U
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 63. Un par de sorpresasAlgo raro está pasando.Y no hablo de las coincidencias normales del mar, ni de supersticiones de sal y viento. Hablo de algo raro de verdad. Porque no importa cuánto nos adelantemos, qué tan bien planeemos el ataque, él siempre se nos adelanta. ¡Siempre!Ren.¡Maldición, maldición! No sé qué quiere el maestro de espadas, pero definitivamente está tentando mi paciencia y hasta mi buen corazón, donde sea que lo tenga ahora.Me froto las sienes mientras Dagger me espera con los brazos cruzados en la puerta de mi camarote. Sé lo que va a decir antes de que abra la boca, pero igual me lo suelta con esa voz que ya casi se ha convertido en mi despertador diario.—Capitana, el tercer carguero también estaba vacío. Otra vez. Ni una caja de té nos dejaron.—¿Y testigos?—Un par de tripulantes que no saben ni en qué día viven. Dijeron que fue “rápido, sin violencia, casi elegante”.—Elegante —mascullo—. Seguro se puso camisa blanca esta vez.Dagge
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 64. En la tormentaLa cosa se nos ha ido de las manos. ¿Para qué negarlo?Lo que empezó como un juego absurdo de “a ver quién le roba al otro primero” se ha vuelto la comidilla de todos los puertos. Cada vez que pongo un pie en tierra, me topo con algún borracho contando las hazañas del “famosísimo Halcón Peregrino”.El Halcón. Qué dramático. Qué poético. Qué insoportable. ¡Si es que quiero ahorcarlo así, así con mis manitas! Quiero acariciarle la carita con Babe. Quiero tocarlo bajo la lluvia… con un cable pelado.—¿Has oído que ese tipo detuvo él solito a tres cargueros tailandeses y no pudieron defenderse ni con un balazo? —pregunta uno en el muelle, con ojos vidriosos y una sonrisa idiota.—Sí —respondo doy una señal para que descarguen un par de contenedores del Barba Negra—. También escuché que duerme de pie como los caballos y que puede oler el oro bajo el agua.El borracho asiente como si fuera perfectamente lógico.—Dicen que no acepta nuevos hombres e
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 65. Un asalto a la memoriaEl aire es salado y denso, cargado con la electricidad de la tormenta y la adrenalina que recorre mis venas como si fuera fuego líquido.La noche es oscura, apenas rota por los relámpagos que rasgan el cielo y revelan, por breves segundos, la silueta del Halcón Peregrino. Desde la cala oculta del atolón, observamos cómo su tripulación lucha por mantener la estabilidad del barco en plena tormenta, y sé que no hay otra oportunidad como esta.Estarán cansados de toda la maniobra pronto, muy pronto, y como buen depredador espero a que ese momento llegue.Me ajusto el cinturón del arnés, respiro hondo y hago una seña con la mano. Cuatro lanchas rápidas se lanzan desde la playa como dardos directos al objetivo. El rugido de los motores se mezcla con los truenos. Y nadie nos ve llegar porque ¡vamos! Con esta tormenta ¿quién estaría vigilando?Subimos por la borda sin problema. Las olas golpean con furia, pero los ganchos se afianzan en los b
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 66. PídemeloLo beso como si el resto del mundo hubiera desaparecido. Solo estamos él y yo, flotando en este rincón cálido que parece habernos escondido de todo. Sus manos recorren mi cuerpo con una urgencia que me enciende la piel, como si necesitara memorizar cada curva, cada rincón húmedo.Cada caricia me eriza, no solo por el contacto, sino por el deseo que crece entre nosotros, uno que hemos estado conteniendo demasiado tiempo. El murmullo del agua es constante, envolvente, casi cómplice. Cuando sus dedos se enredan en mi cabello y toma mi nuca para guiar el beso, siento que pierdo el control, que ya no soy yo.—Maldit@ sea, hayabusa… —gruñe contra mi boca—. Quiero hacerte cosas que no vas a poder olvidar.Le muerdo suavemente el pecho, justo donde se cruzan sus tatuajes. Sé lo que estoy haciendo, pero al mismo tiempo, estoy completamente perdida.—Me gustan los nuevos —susurro, apenas consciente de mis propias palabras.—Y a mí me gustas tú —me responde,
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 67. Un barco fuera del radarDespierto con una sensación extraña, como si todo estuviera en silencio, aunque el mar nunca calla. Abro los ojos lentamente, y aunque la cama sigue tibia, algo no está bien. Ren no está a mi lado. Me doy vuelta buscando su calor, pero el espacio junto a mí está vacío.—¿Ren? —digo sin pensar, pero la respuesta es solo el eco de mi voz en la habitación.Él no está.Me levanto con pereza, poniéndome una camiseta vieja y deslizándome descalza por la cubierta del barco. La madera bajo mis pies está fría, aún húmeda por la tormenta de la noche anterior, pero el sol ya asoma entre las nubes, tratando de disipar la niebla gris que dejó atrás el mal tiempo. El viento suave se siente raro, demasiado tranquilo. Algo no está bien, lo presiento.Camino hacia el exterior del barco, y es entonces cuando escucho el ruido. No es el usual crujido del mar contra el casco ni el silbido del viento, sino una mezcla de risas, voces y el ruido inconfundi
Capítulo 1. La esposa perfectaAcaricio mi vientre con una sonrisa, sé que mi embarazo todavía no se me nota mucho porque apenas tengo cuatro meses, pero estoy tan feliz que solo puedo pensar en eso. No es el primero, y cuando recuerdo que Devon y yo hemos perdido dos embarazos anteriores el miedo me asfixia, pero tengo todas mis esperanzas puestas en que todo saldrá bien con este bebé.Bajo a la cocina y la inundo con el olor del café recién hecho. Dejo el desayuno listo, la mesa impecable, el portafolio ejecutivo de mi esposo está preparado y Bonnie, mi suegra, ya está sentada frente a su taza de té con leche, hojeando la sección financiera del periódico como si entendiera algo.Mi esposo entra al comedor con su traje perfectamente ajustado y ese aire de seguridad del que me enamoré. Me envuelve en un abrazo y acaricia mi vientre saludando al bebé, y luego parece recordar algo del trabajo.—Amor, ¿el informe de TradeLink? ¿Crees que deberíamos movernos rápido? —pregunta mientras aju
CAPÍTULO 2. Una verdad desgarradoraEl dolor es lo primero que siento cuando abro los ojos. No es físico, aunque mi cuerpo esté cansado y entumecido. Es un dolor profundo en mi pecho, como si algo hubiera sido arrancado de mí. Y lo fue. Lo sé incluso antes de escuchar una palabra.—Regina... —La voz de Verónica llega suave, como si estuviera tratando de no romperme más de lo que ya estoy. Cuando mis ojos se enfocan la veo ahí, sentada junto a mi cama, con Ruby a su lado.—No... —murmuro con un susurro ahogado, pero no hace falta que diga más. Ellas lo saben, y yo lo sé. Ruby aprieta mi mano, y Verónica me acaricia el cabello con los ojos llenos de lágrimas—. No puede ser… esto no puede estar pasando…—Estamos aquí contigo, cariño —dice Ruby.—El bebé... —susurro y la palabra se queda flotando en el aire como un eco vacío hasta que Vero niega con la cabeza.—Lo siento tanto, Regina…Las lágrimas vienen sin previo aviso, un torrente que no puedo detener. No me importa quién me ve o cómo