CAPÍTULO 80. Un acto de justicia
CAPÍTULO 80. Un acto de justicia
No me muevo, no hago ni un sonido, pero no puedo evitar la satisfacción de ver a Devon gritando de dolor. Y a pesar de todo sé que Ren no ha terminado, porque mientras la sangre empieza a bañar la mesa, él pasa el cuchillo al dedo meñique de la otra mano y esa voz grave y pausada ahora tiene un tono feroz y vengativo.
—Tercera ofensa que cometiste: atacar a una mujer, como un hombre sin honor —declara antes de hacer ese movimiento que corta carne y hueso, todo parejo.
Devon suelta un alarido cuando la afilada hoja del tantō corta la primera falange. Su pecho sube y baja rápidamente, y tiene los ojos desorbitados por el dolor. Estoy segura de que está a punto de desmayarse, espero que no lo haga, porque entonces Ren lo despertará solo para siga sufriendo todo esto consciente.
Porque Ren no ha terminado. Y a este punto se ve que sí se está sintiendo muy agraviado.
—Cuarta ofensa que cometiste: atacar a mi mujer —escupe con rabia—. Y a mi familia no se at