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Hasley inunda el ambiente y cuando la canción termina, voy a darle al botón de repetición, pero parece que Sam piensa lo mismo, haciendo que nuestros dedos se rocen al darle al botón, lo que esa electricidad vuelva a mi cuerpo; pensé que nunca volvería a sentirme así. Nos miramos un instante y aunque no lo diga con palabras puedo ver en sus ojos bicolores que no me ha olvidado, que todavía queda algo de aquello que nos unía.

Y por ello sé que no debo sucumbir a sus encantos.

Me separo todo lo posible, hasta que rozo el cristal con la cabeza; necesito la distancia entre nosotros. Así que para distraerme comienzo a canturrear para distraerme.

—Soy una nómada, soy el sueño de una noche, no pertenezco a ninguna ciudad, no pertenezco a ningún hombre, soy la violencia en medio de la lluvia...

—Ven y desvanéceme —termina por mí.

Un incandescente brillo en sus ojos hace que el estómago se me encoje, ese brillo que alguna vez tanto amé, como todo lo demás. Ese mismo que hacía mucho que no tenía la oportunidad de admirar, el cual consigue que me hierva la sangre y un escalofrío me recorra la espalda de manera prematura. Todavía me cuesta reconciliarme con las propias sensaciones de mi cuerpo y cómo reacciona ante Sam...

Sé que intenta manipularme, pero tengo la estrofa perfecta.

—Y me recuerdo a mí misma que tengo que mantenerte alejado de mí —contraataco con estos versos.

Se queda en silencio, analizando mis palabras, antes de asentir levemente con la cabeza para sí mismo y apretar el volante con un poco más de fuerza. Acabo de decirle que lo necesito lejos de mí y que no quiero volver a lo que tanto tiempo me ha costado superar, en cambio, Sam me ha dicho que me necesita, pero sé que no puedo caer en una rutina tóxica de que había logrado escapar.

«Aparte, estás con Tyler» me recuerda mi conciencia.

«¿Desde cuándo tengo yo de eso?»

«Desde que él te dejó» remarca mi subconsciente.

Sus facciones se contraen a la vez que aprieta el volante con fuerza, hasta que se le ponen los nudillos blancos.

—¿De verdad necesitas alejarte de mí? —Es una pregunta que roza la exigencia.

Realmente necesito estar lo más próximo que sea la distancia, pero al mismo tiempo quiero que esté a mí lado como algún día lo estuvo. Quiero volver a tenerlo entre mis brazos, quiero que vuelva reírse por mi mal humor, quiero verlo dormir cuando yo no puedo...

Asiento con la cabeza, y sé que es lo correcto, aunque en mi fuero interno sienta que no lo es.

Una mueca de dolor le cruza su preciosa cara, haciendo que mi corazón se rompa un poco más.

—Podríamos cambiar de tema —musito.

—Sí, será lo mejor —masculla entre dientes.

Me froto las sienes con los dedos y suspiro con resignación. A este ritmo de vida y estrés me acabaré muriendo antes de los veinticinco. Además, ya he soportado mucho en los últimos tiempos, seré capaz de seguir unos cuantos años más.

Nuestras miradas vuelven a tropezarse y esta vez sí me siento capaz de sostenerla.

—¿Cuánto tiempo te vas a quedar? —le pregunto.

—Dos semanas —me responde.

Dos semanas son demasiado, no puede estar en Chicago tanto tiempo, terminara descubriéndolo, lo encontrara. Nunca pensé que volvería a encontrarme en esta situación de nuevo, en esta constante lucha por lo que debo hacer y por lo que siento.

Llegamos a un semáforo y desvía la mirada hacía mí.

—Tan mal te parece que haya vuelto —gruñe.

—Yo no he dicho eso —le espeto ¿Pero qué coño le pasa? —. No sé qué te ha hecho pensar eso.

—Te recuerdo que conozco cada facción de tu cara —airea. Sus palabras me sientan como una patada en el estómago—, y cuando te he dicho que me quedo dos putas semanas tú cara ha cambiado completamente.

Abro mucho los ojos y si el coche no estuviera en marcha, saldría corriendo, estoy cavilando la idea de tirarme en marcha; sería mucho mejor que seguir respirando esta tensión que se ha formado entre los dos.

Pondría un océano de por medio y no volvería a acércame. «Ya lo hiciste y volviste» me recuerda mi subconsciente. Borro la imagen de mi mente y fijo la mirada en la ventanilla, vislumbrando que conduce por Michigan Avenue.

—Hum... ¿adónde vamos? —pregunto, aunque ya lo sé.

—A mí apartamento —me contesta, seco.

No, no puedo volver... sigo evitando esta calle por el simple hecho de que me recuerda a él. Recuerdo todas las veces que recorrimos justamente esta calle, las veces que nos besamos en cada esquina o delante de todo el mundo por el simple hecho de que le apetecía, de todo lo que ha sucedido entre nosotros y que nunca podré sacar de mi mente. Estas calles han sido testigo de todas las cosas buenas que me han pasado y también de las peores, y tengo que admitir que las malas superan a las buenas.

En nuestra relación siempre han sido más fuertes las cosas malas.

Cass me recomendó en varias ocasiones que mientras pudiera evitara todo lo que pudiese disparar los recuerdos, no hasta que hubiera asimilado la vuelta al foco del problema y ser completamente consciente de lo que está sucediendo en mi interior.

Hemos pasado dos horas juntos y los recuerdos me inundan como un servicio inundado, pero qué se puede hacer cuando el detonante de todos ellos está sentado a un par de centímetros de ti, mirándote con cara de preocupación, pero bañada de indiferencia.

Me obligo a respirar por la nariz y expulsar el aire por la boca.

—No, no puedo —susurro para mí misma.

—¿Por qué no puedes? —me pregunta.

—¡Porque no! —estallo, perdiendo los nervios por completo.

Me sujeto la cabeza entre las manos y cierro los ojos para intentar calmarme, respirar y no echarme a llorar. Ya no recuerdo la última vez que me ocurrió, así que ya no sé cómo ordenar y asimilar esa auténtica perdida de autocontrol que llevo practicando desde hace casi dos años.

Su mano se posa en mi muslo, del mismo modo que me doy cuenta de que el coche se ha detenido y está perfectamente aparcado en la plaza que solía ocupar su Ferrari. Levanto la cabeza ligeramente y lo miro a través de las lágrimas que me empañan los ojos, y cuando lo miro, descubro que lo que me aterroriza es el saber porque ha vuelto, ¿qué es lo que habrá descubierto para tenerme ahora aquí? Si se habrá enterado de la verdad que he intentado ocultarle con tanto ahínco.

Sin darme tiempo de resistirme, coge mi barbilla entre el índice y el pulgar y me levanta la cabeza para que lo mire. Mi labio inferior comienza a temblar, aunque ya no sé si es por la disgusto o por el miedo que atenaza cada fibra de mi cuerpo a causa de lo que podría suceder. Lo atrapo entre los dientes para que deje de temblar y levanto la mirada. Sam alterna la mirada entre mis labios y mis ojos, provocando que mi autocontrol desaparezca por completo.

Estamos tan cerca que lo único que nos separa es una palanca de cambios. Me acerco un poco más y ahora compartimos el mismo aire, su aliento mentolado golpea mis mejillas, haciendo que todos nuestros fantasmas regresen a mi mente. No sé cuándo me he vuelto tan débil, pero estoy segura de que no soy capaz de resistirme a todo lo que está provocando.

Respiro profundamente y el corazón me martillea contra el pecho de manera constante; y sé que lo necesito. Ahora.

Sin pensármelo dos veces le cojo la cara entre las manos y junto sus labios con los míos. Mi iniciativa lo coge por sorpresa cuando nuestros labios se amoldan a la perfección, mezclándose el sabor salado de mis lágrimas y la desesperación y deseo de ambos. Enreda los dedos entre mi cabello, acercándome más a él mientras las mías permanecen en sus mejillas, como si así pudiera recordar cada detalle de su rostro.

Y a pesar de que hace un año que no siento sus labios sobre los míos, las sensaciones son las mismas y aún más intensas. Es tan necesitado que ni siquiera tengo palabras para describirlo. Es como si todo en mi interior se prendiera en llamas y yo misma me dijera «deja que te queme».

Un intenso calor me recorre el vientre cuando rozo con los dientes su labio inferior y un leve gemido escapa de sus labios mientras nuestras lenguas se mueven en total sincronía, como siempre lo han hecho.

Entonces, algo hace que me despierte del trance en el que estaba sumergida.

Me aparto de Sam bruscamente y lo miro con el toque justo entre excitación y contradicción por el que estoy pasando en este preciso momento. Sam me mira ceñudo mientras se humedece los labios con la lengua, y yo ante esa imagen sólo tengo dos opciones: O dejo que esto llegue hasta al final o me largo.

Y por lo visto aún tengo el suficiente sentido común como para salir del coche y poner distancia entre los dos. Mierda, pero qué coño he hecho, esto no debería haber pasado. Nunca. No sé cómo he podido ser tan estúpida como para dejarme llevar de un modo tan animal. Todo ha sucedido en una milésima de segundo, un momento de debilidad...

Comienzo a caminar de un lado a otro y me llevo las manos a la cabeza con desesperación.

—Mierda —maldigo entre dientes.

La otra puerta también se abre y luego se cierra de un portazo. Sam me fulmina con la mirada mientras se mesa los cabellos exasperación. Verlo así hace que caiga en la cuenta de lo que acabo de hacer, acabamos de hacer.

Lo que acabamos de hacer es cosa de dos.

Le he puesto los cuernos a Tyler y esta vez no ha sido en un pensamiento o en uno de mis sueños calientes, ha sido tan real como mi culpabilidad.

Y sólo hemos estado un par de horas juntos.

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