35. ¡Son mis hijas!
El día había sido interminable en la corporación Accardi. Giovanni permanecía frente al ventanal de su oficina, observando la ciudad con gesto ausente. Las luces de los rascacielos titilaban como brasas lejanas.
Había intentado concentrarse en sus juntas, en las cifras, en cualquier cosa que lo distrajera, pero no podía dejar de pensar en lo que Alessia le había contado.
Tres niñas. Cinco años. Skyler.
El eco de aquellas palabras le perforaba el cerebro. Había demasiadas coincidencias. Y aunque su orgullo se negaba a creerlo, su instinto le decía que la verdad estaba frente a él, esperándolo como una herida abierta.
Finalmente, no aguantó más. Tomó el teléfono y marcó el número del internado St. Elizabeth.
—Buenas tardes, habla Giovanni Accardi.
La voz de la directora, amable pero tensa, respondió del otro lado.
—Señor Accardi, es un honor escucharle. ¿En qué puedo ayudarle?
Giovanni dudó solo un segundo antes de hablar.
—Tengo entendido que hace unos días tres alumnas abando