—Por favor, Edric… te lo suplicamos… —Edric se giró para ver a los padres de Amelia bañados en sudor y lágrimas, y… a uno de sus hermanos muerto, que yacía en el suelo.
—Tomen… llámenla… y no solo le pidan, dígale que mataré a su otro hermano en… —él miró su reloj—. Una hora si ella no llega.
Henry miró a Rausing y sacó su teléfono celular, mientras los sollozos de su esposa lo desquiciaban.
Él marcó, pero la llamada se desvió al buzón de mensajes instantáneamente y las gotas de sudor, resbalaron por su frente. No levantó la cabeza para mirar a aquel demonio que no tenía límites, y aunque el teléfono se le resbalaba de las manos, volvió a marcar, aunque estaba completamente desestabilizado, y Edric apuntaba a la cabeza de su hijo mayor…
Pero el buzón fue lo único que sus oídos escucharon, y aunque no quería hacerlo de nuevo, miró a Edric con desespero.
—Parece que… ella no… no contesta.
Edric torció la boca, y alzó los hombros.
—Te quedan… cincuenta y ocho minutos… el tiempo cor