Capítulo 9.

Antes de llegar al gran edificio me desvío con dirección al río.

Mi abuelo solía traernos cuando éramos pequeñas, nos gustaba que el agua cubriera nuestros pies y sentir las rocas resbalosas bajo ellos. No había sol, ni siquiera unos cuantos rayos, mi madre decía que era como tener tu calor propio, como si un fuego te inundará por completo.

Amelie solía viajar con mi padre y abuelos; tras uno de sus viajes, fueron a Solonio y dijo que era lo más cálido y acogedor que había sentido, sin ninguna necesidad de cubrirse.

El imaginarme lo que se sentiría al tocar mi piel mojada y sumándole el aire, sé que no existirían las palabras para describirlo.

Me quedo sentada observando el río, no hundo mis pies, ni siquiera con la punta de mis dedos.

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