Estoy parada en campo rodeada de espigas que se mueven de un lado a otro, casi como un baile, mientras el viento silba a través de ellas.
Todo es tan sereno, y no hay nadie a excepción de mí.
Estoy sola, completamente sola.
— ¿Qué estás haciendo aquí Brenna? — me giro al escuchar su voz. — ¿Dónde estamos abuelo?
— Un nuevo comienzo
— ¿Para nosotros?
— No hija, solo para mí.
Mi abuelo sigue andando dejándome atrás.
— ¿Y tú a dónde vas?
— Yo me quedaré aquí.
— ¿Y yo a dónde tengo que ir?
— De regreso — me indica.
— Pero... pero — dudo — ¿Por qué no puedo quedarme?
— Este no es tu cielo, no todavía.
— ¿Mi cielo?
Levanto la cabeza y el cielo se encuentra de un color anaranjado en tonos difuminando. Es hermoso.