—Debiste contarme todo —reprocha mi madre, cuando nos quedamos solas.
—Tenías que apoyarme a mí, no a él, aunque no supieras exactamente lo que pasó —replico.
—Sabes que siempre fue muy bueno conmigo, y pensé que te amaba de verdad, me lo juró por sus hijos y llorando desconsoladamente…
—Ya no importa —La interrumpo.
—Estoy muy confundida, no sé qué pensar —expresa mi madre con pesar.
—Por primera vez en tu vida, deja de pensar en los demás y no me juzgues por buscar mi felicidad, tú hija soy yo.
—Pero, ¿y si ese hombre solo se está burlando de ti?
—Ya lloraré después y podrás decirme que tenías razón —menciono, limpiándome las lágrimas.
—En este momento me siento como mi madre, cuando le conté la infidelidad de tu padre, me obligó a perdonarlo porque para ella el divorcio era un pecado y no puedo creer que yo estuviera repitiendo sus acciones —Llora sin consuelo.
—¿Y fuiste feliz, perdonándolo?
Niega con la cabeza y se cubre la cara.
—Lo siento, Serenity —logra decir