33. Corazones rotos 1
Casandra
No es que estuviera llevando un registro, pero el calendario en la pantalla parpadeaba con claridad mientras hablaba con Andrea sobre la fecha de la gala. Ya habían pasado cinco semanas juntos, inmersos en una especie de ensueño, y eso, aunque no iba a admitirlo ni bajo tortura, la ponía nerviosa, porque las cosas buenas en esa área de su vida, simplemente no pasaban.
—¿Me estás escuchando? —preguntó Andrea mientras le daba de comer a su hijo, el pequeño Alexander.
—Que sí. Ya lo anoté e incluso me ofrezco a ir por ustedes al aeropuerto —respondió Casandra, mostrándole una sonrisa burlona que Andrea odiaba.
—Te lo repito, porque tu padre se quejó conmigo de que faltaste a la videollamada familiar la semana pasada.
—Era domingo.
Andrea soltó una risa y su sobrino la imitó. Ella fingió estar centrada en unos documentos. Aunque sabía que con su cuñada, eso no serviría de mucho.
—Ya le expliqué que los fines de semana no existes para nadie.
—Eres una tonta —respondió en tono infan