Capítulo 35

El reloj había dado las once y media. Elara y Duncan caminaban juntos por el vasto pasillo que conducía a la gran escalera principal. Ella sentía el calor de su brazo rozando el suyo, un gesto amable después de las horas que habían pasado en la biblioteca.

—Fue una noche perfecta, Elara —susurró Duncan, inclinándose para besarle la sien, inhalando el olor a chimenea y perfume que se adhería a su cabello—. Me hacía falta este respiro. Estar lejos de... todo.

—Lo sé —respondió ella, y su sonrisa era genuina, una despedida a la mujer feliz que era en la biblioteca.

Mientras subían los primeros escalones, su camino se cruzó inevitablemente con Keith. Él salía del comedor familiar, donde acababa de cenar con Grace y Errol, su figura alta y sombría, destacando contra la luz tenue del recibidor. Keith se detuvo a la mitad del pasillo, apoyado casualmente contra el marco de una puerta de roble tallado, sosteniendo una copa de brandy vacía. Sus ojos, oscuros y penetrantes, no se enfocaron en
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