El olor a café y a algo cocinándose la despierta con un revoltijo en el estómago. Levantándose de un salto de la cama, corre hasta el baño, donde vomita sus tripas en el inodoro. Cuando su estómago está vacío, se levanta del suelo, para después mojarse un poco el rostro y la nuca. Con la toalla en la mano, todavía secándose el rostro, sale del baño y se encamina hasta la cocina que es de donde viene el aroma a café y comida, y de donde vienen los ruidos de que alguien está en el lugar. Al llegar a la cocina se encuentra con una imagen que la hace tragar en seco. Gaby está de espalda a ella haciendo unas tostadas con queso en la estufa. Pero lo que le quitó el aliento a ella, no fue que estuviera haciendo tostadas, sino que estaba solo con unos vaqueros cayéndoles peligrosamente por las caderas. Ni siquiera tenía zapatos, sus pies estaban descalzos y lo hacían más poderoso de esa forma a que estuviera vestido de traje.
—Ya estas despierta —comenta Gaby al darse vuelta y encontrarse con