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Salí del hotel con una sonrisa en los labios. Ninguna mujer me había tratado como ella, y lo increible es que no estaba para nada molesto. Miré los billetes en mi mano y los guardé en el bolsillo. Esta sí que me las iba a pagar. Saqué mi celular y llamé a Debbie. Ella contestó de inmediato.

— Te espero en mi apartamento, no tardes — le dije antes de que ella pudiera decir algo, y después colgué.

Caminé hasta mi motocicleta y a lo lejos vi a Grace. Me subí a la motocicleta y arranqué, deteniéndome a su lado.

— Sube, yo te llevo — le dije.

Ella me miró de arriba a abajo. Tenía una enorme sonrisa de satisfacción en los labios.

— ¿Vas a matarme? — me preguntó.

Yo le pasé el casco.

— Sube y deja de decir estupideces — le dije.

Ella se puso el casco y subió a la motocicleta, senti sus brazos enredarse en mi cintura.

— ¿A dónde vamos? — le pregunté.

Ella me dio el nombre del hospital y yo arranqué de inmediato. Podía sentir cómo ella se aferraba a mí con fuerza. Sonreí un poco. Hacía años que no me divertía como lo había hecho esta noche.

Conduje hasta llegar al hospital. Cuando aparqué, ella se bajó de inmediato y me entregó el casco.

— Gracias — me dijo.

Yo me bajé de la motocicleta y la quedé mirando.

— ¿Necesitas algo más? — le pregunté.

Ella se mordió sus gruesos labios pintados de rojo y después negó con la cabeza.

— Vete, si Kat te ve aquí se volverá loca — me dijo.

Yo sonreí.

— Traicionaste a tu amiga por un polvo. Eso habla muy mal de ti — le dije.

Ella abrió la boca y después la cerró.

— Tú y yo no hicimos nada. Ahora vete — me dijo.

Yo negué con la cabeza.

— Me quedaré aquí por si necesitan algo — le dije.

Grace me miró con el ceño fruncido.

— Me estás asustando, ¿qué piensas hacer? — me preguntó.

— Nada, solo quiero ser útil — le contesté con inocencia.

— Pues no te creo — me dijo y se dio la vuelta para irse.

— Quiero tu número, y si no me lo das, iré contigo — la amenacé.

Ella se detuvo y me quedó mirando.

— ¿Acaso eres idiota? — me preguntó.

Yo sonreí de medio lado y negué con la cabeza.

— Dame tu movil — le pedí.

Ella se acercó a mí, sacó su móvil del bolso y me lo entregó. Marcé a mi número y después le entregué el móvil.

— ¿Quieres una hamburguesa? — le pregunté.

Ella sonrió, pero después se puso seria.

— Que te den — me dijo.

Ella se dio la vuelta y se fue. La vi perderse por las puertas del enorme hospital. Me quedé allí por un momento más, después me volví a subir a la motocicleta y arranqué.

Cuando llegué a mi apartamento, vi a Debbie que estaba tirada en el suelo. Ella se levantó y caminó hacia mí. Se veía furiosa.

— Tengo dos horas esperándote, ¿acaso crees que soy tu juguete? — me preguntó furiosa.

— Lo eres. No entiendo por qué te pones de esa manera — le respondí.

A ella se le pusieron los ojos rojos. Yo puse los ojos en blanco. Odiaba el sentimentalismo.

— Te amo, Dimitri. ¿Por qué no puedes corresponderme? Tú y yo somos el complemento perfecto. Sé que también me amas — me dijo llorando.

— Yo fui claro contigo. Te dije desde un principio que no quería nada serio. Solo quería follar de vez en cuando. Así que no entiendo por qué sales con que me amas. Eres una ridícula — le dije.

Ella se abrazó a mí y yo la aparté de inmediato.

— Vete, ya no estoy de humor — le dije.

Ella empezó a negar con la cabeza.

— Perdóname, no volveré a insistir sobre eso, pero no me digas que me vaya. Quiero estar contigo — me dijo.

Yo asentí con la cabeza, abrí la puerta y ambos entramos. Ella se abalanzó sobre mí y trató de besarme, pero yo aparté el rostro.

— Sabes que no me gustan los besos — le dije.

Ella asintió con la cabeza de inmediato.

— Perdóname — me dijo.

Yo asentí con la cabeza y fui a sentarme en el sofá. Me abrí un poco los pantalones, ella se arrodilló frente a mí y empezó a sacarme la polla.

Mi celular sonó, yo lo saqué de mi bolsillo y era un mensaje.

“Busca mi zapato” decía el mensaje.

Yo sonreí un poco, después miré a Debbie, que estaba chupándomela.

— Basta, no estoy de ánimos — le dije.

Ella siguió chupándola, yo la aparté de inmediato y me levanté. Guardé la polla dentro de los pantalones y levanté a Debbie del suelo.

— Vete a casa — le pedí.

— Déjame quedarme, por favor — me pidió.

Yo negué con la cabeza de inmediato. No quería tenerla aquí, me molestaba.

— Vete, quiero descansar — le dije.

Ella me abrazó con mucha fuerza.

— No es justo, te esperé por horas y tú me tiras a la calle. ¿Por qué me tratas así? — me preguntó.

Yo la alejé de mí y la miré a los ojos.

— Vete que ya me estás molestando — le dije.

Ella negó con la cabeza. Yo respiré profundamente. Estaba demasiado irritado, así que la agarré del brazo y la saqué arrastras. Cerré la puerta con seguro y me fui a mi habitación. Me tiré en la cama y leí otra vez el mensaje.

“Los tiré a la basura el mismo día” le contesté.

“Eres un desgraciado hijo de puta” me contestó de inmediato.

Yo me reí un poco. Ella era única. Me gustaba demasiado. Creo que iba a disfrutar muchismo estar con ella, de hecho ya lo estaba haciendo.

"ya me esta cansando que me trates mal" le respodi.

"me da igual, asi que ve y busca mi zapato, o te juro que la proxima vez que nos veamos te molere a golpes" me respodio.

yo sonrei satisfecho con su respuesta, eso queria decir que pronto nos volveriamos a ver, y esta vez si que no la dejaria ir.

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