Toqué la puerta de Grace con agresividad. Ella tenía que arreglarlo, no podía ir por la vida con una polla flácida. Volví a tocar la puerta y esta se abrió de golpe. Grace me miró y me puso mala cara.
— ¿Qué quieres, Dimitri? Pensé que ya me había librado de ti —me dijo con molestia.
Yo no le presté atención y entré. Ella cerró de un portazo. Me di la vuelta y la quedé mirando. Grace tenía un mini vestido, estaba hermosamente maquillada; era obvio que saldría con alguien.
— ¿A dónde vas? —le pregunté.
Ella frunció el ceño.
— Lárgate de aquí, lo dejamos esta mañana —me recordó.
Yo me crucé de brazos.
— No se me para la polla —le dije.
Grace abrió ligeramente la boca y después empezó a reír.
— Pues tómate algo, existen muchas pastillitas que te pueden ayudar con ese problema —me dijo como si nada.
Respiré profundamente.
— No necesito tomarme esas mierdas. Todo es tu culpa —la acusé.
Grace se señaló a sí misma y empezó a reír.
— Estás loco. ¿Por qué tendría yo la culpa? —preguntó.
Me ace