Cole le apretaba las tetas, como si fueran toronjas a las cuales tenía que exprimir para sacarles el jugo. Ella deslizó su mano por su vientre, hacia abajo, hasta llegar a su entrepierna, y comenzó a tocarse con desesperación. Cole soltó una de sus tetas y se apoyó en el colchón con una mano para impulsarse hacia el frente.
Metió el pezón en su boca y comenzó a chuparlo, a lamerlo como si fuera la cosa más deliciosa que había probado en su vida.
El aire se me escapó de los pulmones. Yo estaba ruborizada por lo que estaba viendo y me quedé petrificada en mi lugar, incapaz de mover un solo músculo.
Sabía que tenía que marcharme cuanto antes, que no debía estar allí, presenciando esa escena, pero simplemente no podía. Los miembros me fallaban de repente.
Estaba en shock.
De repente pasó lo que tanto temía. Con una sonrisa venenosa, la mujer se apartó apenas un instante y me miró con descaro.
—Vaya… parece que tienes visita —murmuró, divertida.
No se inmutó en lo más mínimo