Mundo ficciónIniciar sesiónLa noche se extendía como un manto oscuro sobre Madrid mientras Valeria permanecía sentada en el alféizar de la ventana de su apartamento. Las luces de la ciudad parpadeaban como estrellas caídas, pero ni siquiera ese espectáculo lograba distraerla del torbellino que azotaba su mente. Sostenía entre sus manos una copa de vino tinto que apenas había probado, el líquido oscuro reflejando su rostro distorsionado.
"Te amaré hasta que mi corazón deje de latir", le había dicho Enzo con aquella intensidad abrumadora que lo caracterizaba. Sus ojos, dos pozos de obsidiana líquida, habían penetrado en su alma como siempre lo hacían, desarmándola por completo.
Pero luego estaban las palabras de Alejandro, pronunciadas con una calma que contrastaba con la pasión italiana: "Contigo puedo ser yo mismo, Valeria. No necesito pretender, no necesito luchar. A tu lado, la vida







