El atelier resplandecía bajo la luz natural que se filtraba por los amplios ventanales. Valeria observaba con atención los bocetos que Alejandro había desplegado sobre la mesa de diseño. No eran simples dibujos; representaban una visión, una expansión que podría catapultar su carrera a un nivel internacional.

—¿Y bien? ¿Qué te parece? —preguntó Alejandro, inclinándose ligeramente hacia ella. Su perfume, sutil pero masculino, invadió el espacio entre ambos.

Valeria pasó los dedos por el papel satinado donde se plasmaban diseños audaces, modernos, pero con ese toque inconfundible que caracterizaba su estilo.

—Es... ambicioso —respondió finalmente, levantando la mirada hacia él—. Muy ambicioso.

Alejandro sonrió, satisfecho con aquella primera impresión.

—Ambicioso, sí, pero completamente factible. Tengo los contactos, el capital y, lo más importante —hizo una pausa dramática—, tengo a la diseñadora perfecta.

El proyecto que Alejandro presentaba