Capítulo III

Estaremos a su cuidado señor Lennox”

Killian se despertó de golpe, no esperaba que palabras tan simples tuvieran tanto impactó, lo suficiente como para atacar en sus sueños, era el rostro de esa mujer que le sonreía y que lo miraba… No, esos pensamientos sin sentido no podían dominarlo.

Él tenía un trabajo y como el profesional que es, no dejará que las emociones lo dominen.

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La mañana llegó muy rápido para Aristella Sterling, casi parecía irreal, lo que ocurrió en el jardín la tarde de ayer.

Se levantó más temprano de lo usual, pero la sorpresa en esta ocasión fue la razón detrás de eso.

El protagonista de sus sueños, no fue otro que un hombre de discreta belleza, rostro inexpresivo y ojos cálidos, quien indirectamente velo por su descanso, manteniendo a raya las pesadillas que la atormentaban desde que fue encerrada en esta prisión.

Estaba feliz de que no recurrió a sus calmantes, lo que la puso de buen humor.

Tomó una ducha cálida que relajo sus músculos tensos, necesitaba serenarse, ya que hoy era su primer día en la universidad.

Conseguir que el idiota de Calvin le permitiera ir a la universidad no solo se limitó a tolerar los abusos, sino también rogarle, humillarse hasta el punto que su ego se inflara para hacerlo sentir como un dios benevolente, cuando no era más que una bestia disfrazada de humano, pero al menos esta vez, podría retomar sus estudios y tal vez conseguir tiempo para obtener su soñada libertad.

Se dirigió al vestidor de la habitación, en donde pasó de largo de todas las prendas de diseñador que seguían sin ser usadas y que aún conservaban las etiquetas, para ella solo eran acumuladores de polvo, por lo que fue a su propia “selección” y eligió ropa que no fuera tan estrafalaria como la elegida por Calvin, creyendo que compartía el mismo gusto que sus amantes.

No tardó mucho en estar lista, guardó sus cosas y se apresuró a la habitación de su hijo, quien ya estaba en proceso de levantarse, Aristella como cada mañana lo colmó de besos y abrazos, que hicieran sentir a su pequeño amado, para luego ayudarle a estar listo para la guardería.

Cuando madre e hijo estuvieron listos, bajaron a la cocina a desayunar, preferían la compañía de las cocineras, era más ameno conversar con ellas, quienes muchas veces cuidaron de Oliver, cuando Calvin entraba en estado de locura y ella se convertía en su costal de boxeo.

Perdida en sus pensamientos, no se percató que alguien más ya se encontraba desayunando en la amplia barra, solo hasta que Molly una de las cocineras veteranas de la casa Wallace, se dirigió directamente a esa persona, que supo que esa persona era Killian Lennox.

El guardaespaldas parecía una bella escultura, cada movimiento suyo era hecho con una pulcritud casi inhumana y las cocineras más jóvenes estaban hipnotizadas con su atractivo, no las culpaba, nadie podía negar el encanto de aquel hombre, pero eso era todo, al final todo es más que una mera ilusión, la belleza no elimina la naturaleza de los hombres que servían a Calvin.

Killian al verlos, se levantó y los saludó con respeto, Aristella le regreso el saludo y para su sorpresa también el pequeño Oliver, quien incluso le sonrió, siendo correspondido de igual forma por Killian.

El desayuno transcurrió normal, como suele suceder cuando Calvin no se encuentra cerca, Aristella sabe que no regresara por lo menos en un mes, ya que, revisando entre sus cosas en el estudio, descubrió que se iría a unas islas griegas con su amante, algo que le venía como anillo al dedo, con eso compraba tiempo suficiente para poner en marcha su plan, eso sin contar el reciente inconveniente y posible obstáculo para cumplir dichos planes, su guardaespaldas Killian Lennox.

Encontraría la forma de evitarlo y conseguir escapar.

Terminaron sus alimentos y se prepararon para salir de la mansión Wallace.

Como era costumbre, Oliver se colgó de su madre como un pequeño koala, Aristella, sabía lo caprichoso que era su hijo con esto, y más allá de reprenderlo, lo permitía, porque era una forma de tranquilizarlo.

Cuando estaba por tomar su mochila y la pañalera, Killian se apresuró y los alejó de sus manos, siendo él quien los llevó hasta el automóvil, de nuevo sorprendiéndola. Los guardaespaldas anteriores parecían compartir los mismos modales que Calvin, porque los ignoraban y dejaban que se las arreglaran como pudieran, pero este cayado hombre era demasiado atento, que no sabía cómo reaccionar.

Cuando subieron al vehículo el silencio reinó, eso continuó incluso cuando llegaron al preescolar y las otras madres que dejaban a sus hijos y como lo prometió, solo se dedicó a proteger y esperar pacientemente porque ella se despidiera de su hijo.

Volvieron al automóvil, ahora en dirección a la universidad, donde Aristella no pudo contener su curiosidad, y decidió romper con la falta de conversación.

––Sabe, señor Lennox, no deja de sorprenderme.

Justo en ese momento pararon frente a un semáforo en rojo y Killian, pudo dirigir su atención hacia ella. ––¿Por qué lo dice? ––preguntó con genuina curiosidad.

––Bueno, no sé si es demasiado educado o ingenuo.

––Sigo sin comprender por qué lo dice.

––Los anteriores a usted no eran tan atentos, ellos ni siquiera se atreverían a tocar la pañalera, mucho menos cargar con ella, por eso lo menciono.

Killian no respondió de inmediato, solo la miraba, ella se cohibió con su penetrante mirada, a lo que ella se giró en dirección a la ventana, no solo para evitar su escrutinio, sino el sonrojo que ya pintaba sus mejillas.

––Tengo un sobrino de la edad de su hijo, cuando voy de visita soy el encargado de las salidas, así que estoy acostumbrado.

––No lo hubiera imaginado, creí que era hijo único.

Killian negó y dijo––Tengo un hermano gemelo, aunque en realidad no nos parecemos mucho. ––Mientras explicaba el semáforo, cambio de color y su vista volvía a estar al frente, por lo que Aristella sintió que era seguro mirar, nada tenía que ver el que de reojo admirara el perfil de su guardaespaldas.

––¿Cómo se llama su sobrino?

––Thomas.

––Es un lindo nombre.

Conversaron un poco más sobre su sobrino, que no se percató cuando aparcaron frente a la universidad y como esperaba, la acompañó hasta la entrada del salón de clases, donde sería su primera clase, a la cual había llegado bastante temprano, pero antes de irse, metió su mano en el interior de su saco, para entregarle un celular.

––Para emergencias, el primer contacto es mi celular, estaré en la biblioteca, si me necesita no dude en llamarme.

Aristella no podía creerlo, ¿de verdad le estaba otorgando tal confianza? ––¿En serio? —pregunto incrédula.

Killian asintió, disipando cualquier duda y dijo––Es mejor si le doy su espacio, necesita concentrarse en sus clases.

––De acuerdo, gracias… Le hablaré si lo necesito.

––Cuidese.

Killian hizo una leve reverencia con su cabeza y se retiró en silencio, dejando a Aristella sola y al borde de entrar en un ataque de pánico en cuanto la campana sonó y de pronto los pasillos antes desiertos se llenaron de alumnos apresurados por llegar a sus respectivos salones, mientras ella seguía ahí de pie incapaz de moverse, hasta que alguien que pasó a su lado le dijo––¿Vas a entrar?

––Sí.

Su primera clase en años estaba por comenzar.

.

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Aristella se sentía como una niña pequeña en la cafetería, parecía ser su día de suerte, hoy servían su platillo favorito en el menú, no dudo en ordenarlo y aunque el sabor no era como recordaba, la nostalgia hacia su hogar estaba ahí, a los momentos en donde era feliz a lado de sus padres y hermanos a quienes extrañaba cada día.

Antes de su última clase tenía una hora libre, que era designada para estudio en la biblioteca, pero ella no iría ahí, porque ahí estaría Killian, por lo que se fue por otra dirección hasta salir del campus, mirando cada dos por tres que el guardaespaldas no estuviera siguiéndola.

Ya fuera, del bolsillo de su pantalón, sacó el papel donde anoto en un papel antes de salir y tomó un taxi que la llevara hasta ahí.

El lugar era una florería, afuera había una persona colocando algunas macetas en la entrada, la miro de pies a cabeza antes de preguntar. ––¿Busca algo en particular?

––Yo-yo… Yo busco Rododendro.

En cuanto dijo eso, el hombre le dedico una sonrisa que a Aristella se le antojó tétrica, le recordó a los cuentos de princesas, el tipo tenía la pinta del secuaz de la bruja, sus dientes amarillos que contrastaban con otros aparentemente hechos de oro, pero no demostraría miedo por más que lo sintiese, tenía que ser fuerte porque esta podría ser la oportunidad, que tanto espero.

––Acompáñeme, la llevaré con “el jardinero”.

––Gracias.

Aristella siguió al hombre hasta la parte trasera del local donde, las flores le parecían una fachada que servía para despistar la sensación de que en ese lugar había un ambiente lúgubre.

¿Dónde demonios se habían metido?, ¿De verdad podía confiar en estas personas para que los sacaran a Oliver y a ella de ese infierno?, ¿Qué alternativas le quedaban?

Un hombre cubierto de tatuajes y con un cigarrillo entre sus labios que se encargaba de cuidar de las plantas dentro del lugar levantó la mirada dirigiéndose a Aristella a quien le sonrió, causando un gran escalofrío––Usted debe ser Aristella Wallace ¿cierto?

––Es Sterling––se apresuró a corregir con molestia, pero entonces las alarmas se encendieron, porque ella nunca dio el apellido de Calvin, eso significa…

Fue demasiado tarde para reaccionar, un grupo de personas la sujetaron y aun cuando intentó forcejear era imposible, había caído en la trampa.

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