Capítulo IV

Aristella fue amarrada y amordazada, aquel hombre al que llamaban el jardinero se relamía los labios y fue como ver un clon de Calvin y las lágrimas comenzaron a salir, junto con los gritos ahogados que eran bloqueados por la cinta alrededor de su boca.

El jardinero se divertía de verla retorcerse de miedo, que su risa retumbaba en todo el lugar, las personas que la habían secuestrado también se unían a sus retorcidas carcajadas, pero no era todo, sus miradas eran las de depredadores y ella era una indefensa presa, que entró a la cueva del lobo por voluntad propia.

––No tiene nada de que preocuparse, nuestros servicios son de primera calidad, claro, mientras su marido de, un anticipo, su seguridad está garantizada, de lo contrario, tendrá que pagar de otra manera.

Fue una idiota, se ilusionó creyendo que tendría la oportunidad de ser libre de aquella horrible realidad, que su bebé y ella podrían tener una vida decente, pero ahora sería utilizada como parte de la extorsión hacia Calvin, a quien le estarían haciendo un favor si supieran la verdad detrás de su relación, que era más parecida al de un amo y su esclavo.

Si su vida terminaba, en realidad no le importaba, era una forma más para librarse de este sufrimiento, pero al hacerlo dejaría solo a su bebé, de solo imaginarlo, el estómago se le retorcía, no podía permitirse tal cosa, odiaría ver sufrir a Oliver, él dependía de ella, solo se tenían el uno al otro.

Trato de pensar en una forma de liberarse, e incluso a exprimir los recuerdos de aquellas clases de defensa personal que tomó en su adolescencia, tal vez le servirían para aturdir a los que estaban en su camino a la puerta, pero antes de que siquiera intentara algo, un fuerte estruendo se escuchó y en el tiempo que les tomó a sus captores reaccionar, alguien ingresó y comenzó a golpear a quienes se ponían en su camino.

Aristella no podía moverse, no solo por estar incapacitada, sino el shock mismo la dejó sin aliento, como Killian Lennox, el guardaespaldas al que creía había dejado atrás, se encargó de cada uno de los hombres, ni siquiera al que se hacía llamar jardinero, que era el más intimidante de todos, fue rival para él.

El jardinero, tenía el rostro deformado, sus lloriqueos implorando clemencia no tuvieron efecto, solo hasta que quedó inconsciente, Killian se levantó y fue hasta donde ella estaba.

Por inercia se encogió en un intento por alejarse, lo que acaba de ver, también provocó el mismo efecto de temor, pero él no pareció percatarse de las señales que su cuerpo enviaba, y con la mayor delicadeza la soltó y sin decir palabra alguna, la llevó en brazos sacándola de ahí.

Temblaba, más allá de la situación que acaba de vivir, era imaginar cuando Calvin lo supiera, lo único que recibiría serían más golpes, que ni todo el maquillaje del mundo cubrirá.

Estaba tan cansada, que poco le importó dejarse llevar por la fatiga, sus ojos se cerraron lentamente, y su cabeza descansó en el cálido pecho del guardaespaldas, sintiéndose segura, al menos por un instante.

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No sabe cuánto tiempo durmió, pero al despertar se dio cuenta de que estaba en la parte trasera del automóvil, no solo eso, había utilizado el regazo de Killian Lennox como almohada, era demasiado vergonzoso, por lo que se apresuró a disculparse, pero Killian, no parecía molesto, seguía manteniendo su semblante indiferente.

––¿Se encuentra bien?, ¿Le hicieron daño en algún lugar?

La pregunta descolocó a Aristella, este hombre que parecía carecer de emociones, no dejaba de confundirla, si era desinteresada preocupación o simple procedimiento, no pudo evitar que su corazón se emocionara como una adolescente. Sabía que la estaba mirando fijamente, esperando por una respuesta, a lo que solo negó sin mirarlo a la cara.

La vergüenza por su estupidez no es algo que le enorgulleciera, si hubiera tenido algo de sentido común, se habría percatado de la situación que gritaba e****a desde el primer momento.

––¿Cómo contacto con ellos?

––Ingresé en un foro de chats, fue un poco complicado encontrarlos, pero cuando di con ellos, me apresuré a negociar.

––¿Fue desde la computadora del despacho?

Aristella asintió, aún más avergonzada, por ser descubierta con tanta facilidad. ––Sé que fue estúpido, pero yo… Yo… Necesitaba encontrar una forma… ––. Se detuvo a mitad de la frase, porque eso era algo que Killian no necesitaba saber.

Killian no requirió más detalles para reconstruir cómo se dieron los hechos previos que la llevaron a la situación actual, ahora estaba a su suerte, pero eso no le impedía, tratar de conseguir un poco de empatía por parte del guardaespaldas. ––No sé por qué le digo todo eso… Supongo que lo necesita para el reporte que le dará a ese idiota.

Aristella no esperaba nada, pero ese guardaespaldas le dio palabras que la confundían cada vez más, aun cuando eran secas y faltas de tacto, una parte de ellas le generaban emociones que creía muertas.

–– Tenga más cuidado para la próxima, mi deber es protegerla, así que le pido que no haga difícil mi trabajo.

Porque me preocupa”, pero esas últimas palabras murieron en la garganta de Killian, que al no ser dichas todo lo anterior fue malinterpretado por Aristella, quien esbozó una mueca.

–– Discúlpeme, no es mi intención, créame.

Killian fingió no verlo y se fijó en la hora de su reloj de pulsera y dijo––¿Se siente mejor? ––Aristella asintió, Killian entonces dijo––De ser así, debemos apresurarnos, la hora de salida del joven Oliver será dentro de poco.

––Sí claro.

Killian abrió la puerta y volvió al asiento del piloto y condujo en silencio hacia el preescolar.

Aristella estaba por bajarse para ir por su hijo, pero las palabras de Killian la detuvieron.

––Confié en mí… Yo la protegeré, a usted y a su hijo.

––Solo lo dices porque te han pagado por ello.

––No acepte por eso––Killian se voltea para encarar a Aristella, su expresión ilegible es un espejismo, pero algo dentro de ella, quiere creer que sus palabras son sinceras. ––Estoy aquí por usted.

Lo que era un aleteo, pronto se convirtió en un remolino, una revolución en su interior se desató, porque luego de mucho tiempo, hay sentimientos egoístas queriendo dominarla, deseo y anhelo, comienzan a emerger, aun cuando no había una razón de peso, quería creer en las palabras de Killian.

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Eran pasadas las dos de la mañana y harta, Aristella se levanta con cuidado, para no despertar a su hijo y sale de la habitación, haciendo el mínimo esfuerzo.

No se molesta en ponerse zapatos y se dirige al único lugar que le proporciona algo de calma cuando se siente atormentada, su jardín… Su templo del amor.

Al llegar se sorprende cuando ve una figura regando las rosas que cuidaba con tanto cuidado, se aproxima dispuesta a reprender a ese intruso, cuando ve que se trata de Killian.

Tiene la misma ropa que en la tarde, solo que, sin el saco y la camisa azul, está arremangada y abierta de sus primeros botones, dejando a la vista su cuello y el principio de su pecho, que Aristella podía jurar, debía tener cada músculo bien trabajado, algo obvio considerando su profesión.

––¿Qué haces aquí? ––pregunta atrayendo la atención del guardaespaldas, quien no se sorprende de verla ahí, pero no es ajeno a que la formalidad desapareció de forma repentina.

Killian deja la regadera a un lado y se acerca hasta quedar a tres pasos de Aristella, causando que esta tragara saliva discretamente. ––No podía dormir y pensé que estar aquí me calmaría.

––Si… Este lugar suele tener ese efecto.

––La verdad… Me vi embriagado por las rosas…

Aristella se distrae con la forma en como los labios de Killian se mueven cuando dice esas palabras, que no sabe cómo responder, así que siendo lo único “lógico” que es capaz de hacer, se pone a la defensiva.

––Tal vez Calvin no te lo dijo, pero este lugar está restringido para todos los demás, ni siquiera los jardineros tienen permitido el acceso, así que no vuelvas a venir aquí sin mi permiso.

Ante sus palabras, Killian sonríe levemente y eso deja a Aristella estupefacta, que no se percata que la distancia entre ellos, se ha acortado.

––¿Es una orden?

––¡Lo-lo-lo es!

––Pero si usted está aquí, esa condición se pierde, ¿no lo cree?

––E-eso… Yo…

Killian desvía su vista hacia el cielo nocturno cubierto de estrellas, era una noche encantadora, por lo que, a regañadientes, Aristella decide dejar pasar esta intromisión solo por hoy.

––Quédate, solo por esta vez.

Sus palabras logran que Killian vuelva su atención a ella, un rostro que hace un momento mostraba todas las emociones del mundo y se mezclaba con la enigmática noche, volvía a ser inexpresivo.

—De acuerdo… Como usted diga.

Miran las estrellas en silencio o eso es lo que piensa Aristella, cuando se percata que Killian la mira fijamente, pero antes de que haga algún comentario, el inexpresivo guardaespaldas alargó su mano, hasta tocar la cinta que sujeta su desordenada trenza y la libera, causando que un jadeo salga de sus labios, a lo que rápidamente cubrió la mitad de su cara.

––Por… Qué…

––Me gusta suelto, es tan hermoso como las estrellas, al igual que tu nombre… Aristella.

Su nombre en los labios de Killian provoca una estampida de emociones que se niega a sentir.

Se miran, las estrellas brillan en los ojos de Aristella y Killian no puede evitarlo, son como dos imanes que se atraen, la distancia se ha roto y sus manos se envuelven alrededor la cintura de ella y sin meditarlo más, posa sus labios sobre los de ella, apenas en un toque suave, como el pétalo de una rosa.

Si esto es un sueño o no… Ninguno de los dos quiere despertar.

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