Protegiendo tu corazón
Protegiendo tu corazón
Por: Kasaly Tsundoku
Capítulo I

—¿Vas a pagarme?

—Por favor, se lo suplico, de-de-deme más ti-ti-tiempo.

Un hombre con un costoso traje, miraba al otro hombre de rodillas suplicando por aumentar la prórroga, que ya había vencido más veces de las que el hombre elegante podría contar, si por algún milagro tuviera el dinero, no cubrirá ni la décima parte de los intereses que ahora le debe. 

—¿Por quién me tomas?, ¿una asociación de caridad?

—No, no es lo quise decir señor Wallace, créame, estoy reuniendo el dinero.

—¿En serio? —. El hombre que responde al nombre de Wallace, le da una calada a su cigarrillo, disfrutando del sabor del tabaco, para después usar la frente del hombre como cenicero.

No se inmutó ante sus gritos, era un inicio suave para lo que le esperaba a uno de los tantos deudores que tenía para visitar esa noche.

—No soy un hombre paciente, Billy, además, ¿todavía queda algo que puedas ofrecer?

Billy envuelto en lágrimas y mocos, se veía patético, había sobrepasado cualquier límite con un hombre como Enoch Wallace, subestimó su peligrosidad y tomó las advertencias como una broma, cuando era claro desde un principio que entrar en su “cartera de clientes”, era buscar la muerte.

Fue entonces que miró en dirección al armario al fondo de la habitación y como si se tratara de una revelación divina, se dio cuenta de que aún existía algo que podía ofrecer.

—Señor Wallace—llamó Billy con la confianza renovada a través de su tono de voz. —Le tengo una propuesta, y estoy seguro de que no podrá rechazarla.

.

.

Aristella miró su reflejo a través del espejo, su rostro cubierto de moretones, los nuevos se unían a los viejos, en una imagen deprimente, no había nada que hacer, solo le quedaba suspirar e intentar cubrir todo con el maquillaje de alta cobertura.

Aun cuando esta era la vida que tenía, no siempre fue así.

Alguna vez tuvo una vida normal, como cualquier otra persona, sus padres la amaban y eran felices, pero todo cambió cuando su madre murió y derivado de esa pérdida, su padre volvió a todos los excesos que dejó cuando conoció a su madre.

Las apuestas era su medicina y el placer que le daba le hacía olvidar, pero eso nubló su juicio, que le hizo perder todos sus ahorros, lo que lo orillo a pedir préstamos impagables a su entonces jefe Enoch Wallace, que parecía un respetable empresario por fuera, pero era solo una cortina de humo para encubrir los negocios más turbios.

Cuando ya no podía pagar ni la octava parte de esa deuda, a los nueve años la ofreció como “garantía”, aunque lo correcto sería decir que la vendió como una yegua que un futuro serviría para dar a luz a los herederos de los Wallace.

No deseaba tener una vida así, y cuando tenía doce años, escapó de casa con la ayuda de su tía materna y por un par de años pudo vivir en paz, hasta que las deudas de su padre finalmente la alcanzaron.

Los Wallace la encontraron y aunque sus tíos trataron de evitarlo, ellos no dudaron en callarlos de la peor forma, el poder de esa familia era demasiado, que incluso las autoridades estaban de su lado, por lo que silenciar las atrocidades que hicieron era nada.

Tuvo que rendirse, si continuaba de esa forma, los siguientes serían sus primos y no podía permitir que más vidas pagarán, su padre no se haría cargo y solo ella quedaba para cumplir con dicho acuerdo.

Fue entonces que el infierno comenzó a lado del despreciable hijo menor del cabecilla de los Wallace.

Calvin era un ser despreciable, que solo la ve como una incubadora que le daría todos los hijos que quiera y así fue, no mucho después de ser obligada a acostarse con él, quedó embarazada de su primer hijo, Oliver.

Oliver fue en muchos sentidos la razón por la que se mantuvo con vida, aun cuando había planeado acabar con su sufrimiento luego de traer a la criatura al mundo, no pudo hacerlo, si fue un instinto maternal o no, la culpa que le perseguiría por dejar a un ser indefenso a la merced de esas bestias fue suficiente para que desistiera de dicha idea.

Su hijo no fue lo que ellos esperaban, la decepción, Calvin, la convirtió en el medio para descargar toda la frustración de un hijo que no era amado por su exigente padre, que no paraba de recordarle que él era el problema y por eso sus genes eran de baja calidad.

Así pasaron tres años, en los que ella soportó golpes y humillaciones de todo tipo, por el simple hecho de no poder dar un buen hijo a la familia Wallace, sufrió un par de abortos luego de eso, lo que agravo más la situación tan precaria en la que vivían, por lo que los planes de tener un heredero digno cada vez eran más lejanos.

No tenía opciones, debía soportar vivir dentro de esa jaula de oro, por su hijo y por el anhelo de que al menos él, en algún momento, pueda salir libre de aquí.

.

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Killian Lennox se encontraba tomando su desayuno en la cafetería que suele frecuentar, que además de quedar de paso a su lugar de trabajo, el menú era atractivo para su dieta y las vistas eran agradables mientras disfrutaba de sus alimentos.

Ese día en particular, le venía perfecto, sobre todo porque pronto tendría un nuevo trabajo que hacer.

Lo que hacía no era extraordinario, pero tampoco convencional, gracias a su experiencia militar, la mejor opción para obtener ingresos era convertirse en guardaespaldas, un trabajo bien pagado, a pesar de que no necesitase trabajar en realidad. 

Su familia era acaudalada y no necesitaba preocuparse por el dinero, pero no es una persona ociosa, disfruta de trabajar y profesión actual, se acopla bien a sus aptitudes, siendo que ahora tendría a una nueva familia que proteger.

Miro la hora en su celular, no tenía nada agendado después de su almuerzo, ya había hecho todo lo que tenía previsto, como era el reunirse con el secretario de su nuevo jefe, quien le entregó el expediente de sus próximos protegidos, una mujer de veintiún años y de su pequeño hijo de tres años y medio, sus nombres eran Aristella Sterling y Oliver Wallace, la esposa e hijo de la persona a la que tendría que reportarse a partir de ahora.

Había releído ese expediente más veces de lo que haría y si bien en esencia no omitía ningún dato relevante que debía saber en casos de emergencia, había algo extraño en todo ello, a pesar de esa sensación, decidió dejarlo de lado, ya que no le competía, él solo se limitaría a cumplir con su trabajo.

Terminó su desayuno, se aseguró de tener todo dentro de su maletín, pago por la comida y se fue de la cafetería, tenía el tiempo contado, puesto que el camino a la mansión Wallace era largo.

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