Una vez hecho esto, Luciano salió y caminó hacia la oficina donde Massimo ya lo esperaba mientras revisaba algunos documentos de la fusión.
- ¿Ya te despediste de todos? – preguntó Massimo mirando con tristeza a su hijo.
- Ya, Almendra se está despidiendo de ellos también… ¡Gracias, Massimo! De verdad, ¡Gracias, por dejarme estar con mis hermanos! ¡Gracias, por dejarme volver a verlos! – dijo Luciano con nostalgia.
Massimo lo miró, se levantó de su asiento, rodeó el escritorio y se acercó a su hijo para poder abrazarlo fuertemente.
- ¡Tú, Luciano! ¡Tú eres mi hijo! ¡Jamás creas que te voy a negar el venir aquí! Si ahora mismo me dices que no te quieres ir, yo mismo voy a ir a hablar con Moretti para que te deje quedarte, así tenga que vender mi alma al diablo.
Si tú así lo decides, yo hablo con él y consigo que te quedes.
- ¡Gracias…! Pero, ya soy un hombre y, ¿Qué clase de hombre sería si te dejo pelear mis batallas…? - dijo Luciano, muy seguro de lo que decía.
- ¡Está bien, h