Al día siguiente, Paloma fue revisada, la pequeña Isabella miraba con atención a su madre. Esos grandes y hermosos ojos estaban puestos en su madre, quien no paraba de admirarla.
Paloma estaba enamorada de aquel pequeño ángel que tenía en brazos. Al mirarla, solo podía recordar cómo es que el hombre que hoy era su esposo y ella, comenzaron una relación a escondidas del mundo.
Al mirarla, sonreía al pensar cómo había comenzado su historia de amor.
Una historia de amor que hoy se veía reflejada en un pequeño ser de hermosos ojos color gris, aún no se sabía si serían gris verdoso o gris azulado, pero lo que sí se veía era que eran de un gris muy profundo.
Ella, como madre, acercaba a su hija, apenas podía sentir el pequeño peso de su bebe, el aroma característico de la pequeña, la embriagaba y la llenaba de un inmenso amor.
Aldo había ido a casa a cambiarse mientras Laura lo cubría. Ella miraba cómo su hermana se embriagaba con el aroma de su bebe.
- ¿Es delicioso? ¿Verdad? – dijo Laura,