— ¡Hola, hermano! ¿Cómo estás? Yo bien, y ¿tú?
— Déjate de formalidades y vamos a hablar.
— Pasa, pasa…
— ¿Aún no llega Diana?
— No, pero no debe tardar, ¿qué se te ocurrió?
— Bien, antes que nada, pienso que tal vez no te guste mucho, pero es la mejor oportunidad que tenemos.
— Cuéntame tu plan y luego te diré si estoy o no de acuerdo…
— Bueno, ¿qué pasaría si le proponemos a Franco que retire la demanda y, a cambio, le entregamos a Alessia?
Massimo volteó a verlo como si quisiera arrancarle los ojos.
— ¡ESTÁS DEMENTE!
— No… Básicamente, ella es su hija, él debería cuidar de la mujer, no tú ni yo, así que podemos usarla como una moneda de cambio.
— No es tan fácil como lo dices, Pietro…
— ¿Por qué demonios no sería tan fácil?
— Mi hijo la está cuidando…
— ¿Luciano?
— Sí, y él no la va a dejar tan fácilmente, más con todo lo que nos hemos enterado de Franco Amato padre.
— Pues es lo que tengo y lo voy a usar…
— No, Pietro, debes descartar esa idea loca, deja descansar a esa pobre mujer