El asistente Brown.
Así era como todos lo llamaban.
Un rostro que nunca cambiaba, sereno incluso cuando las cámaras de prensa se enfocaban en él junto al joven amo Alexander. Su mirada era fría, casi congelada, una marca registrada cada vez que se situaba detrás del CEO del Grupo Alexander. Así lo conocía el mundo: un hombre que nunca mostraba emociones, que no permitía que nadie se acercara a su vida privada.
Pero había una excepción.
Kylie Johnson.
Sin darse cuenta, aquella chica había logrado colarse en su interior, abriendo una pequeña grieta en su corazón… un espacio que antes solo pertenecía a Damian y al Grupo Alexander.
Aquella tranquila mañana de domingo, Brown siguió su rutina habitual. De incógnito, salió de su lujoso apartamento con una bicicleta plegable: simple, pero suficiente para recorrer las calles de la ciudad.
Con la capucha sobre la gorra negra, se mezclaba entre la multitud como una sombra. Pedaleó por la capital que despertaba, donde las familias comenzaban a ll