La oscuridad cayó afuera.
Dentro del tranquilo café, Kylie estaba sentada frente a Brown. Dos vasos de agua fría sudaban sobre la mesa junto a sus bebidas sin abrir. El suyo ya estaba medio vacío. No dejaba de moverse inquieta, con las palmas húmedas bajo la mesa.
Todo el lugar había sido reservado por Brown, solo para cumplir su promesa con la señorita Livia. La había llevado al cine, la había invitado a una cena elegante… y ahora esperaba que hablara.
¿Lo digo ahora? ¿Pero por dónde empiezo siquiera?
Su mente era un torbellino. El rostro impasible de Brown no ayudaba en absoluto. Esa expresión fría e inescrutable podía poner nervioso a cualquiera, como si cualquier palabra pudiera ser un error.
—Habla —ordenó él con voz calmada, aunque el peso de sus palabras era innegable. La comida aún no llegaba—. Di lo que tengas que decir. Es tu última oportunidad para explicarte.
La garganta de Kylie se cerró. Sonaba más a amenaza que a invitación.
—No vuelvas a involucrar a la señorita Livia